MAURO SILVA
Es una pena que cuando uno recuerda partidos antiguos solo le vienen a la memoria los goles. Muchas veces eso nos hace olvidar encuentros memorables de jugadores que fueron aún más importantes que los que se llevan todos los flashes. Pero he aquí una excepción, al menos en mi caso, ya que si un hombre fue clave para el Centenariazo ese fue Mauro Silva.
No voy a contar nada de su espectacular trayectoria porque para ello necesitaríamos otro reportaje. Aquel 6 de marzo el brasileño se merendó él solito a todo el centro del campo merengue. Ni Zidane, ante el que no se achicó nunca y lo demostró al poco de marcar Sergio encarándose con él, ni Makelele, en su mejor momento y abanderado de la figura del mediocentro africano en todo equipo grande, supieron en ningún momento cómo superarlo.
Mientras Sergio se llevó la gloria con su gol, su compañero en el centro del campo hizo lo que mejor sabía. Su juego y sobre todo, su labor de destrucción, lo llevaron a ser uno de los mejores mediocentros defensivos de la historia del fútbol mundial. Y aquel día, todo el mundo lo pudo comprobar.
JUAN CARLOS VALERÓN
Si Mauro Silva fue la figura sobre la que el Deportivo se aseguró la victoria en la parcela defensiva, el canario fue sin duda clave para que llegasen los goles y propiciase que los coruñeses por momentos planteasen un fútbol que comenzaba a enamorar a toda Europa.
Era una época en la que el debate Valerón o Djalminha estaba en la calle y en la cabeza de Irureta, poco amigo de hacer coincidir a los dos cracks juntos sobre el campo. Los piques con el brasileño y las actuaciones cada vez más decisivas del de Arguineguín le dieron ventaja en este particular duelo, por lo que el ‘21’ se ganó la titularidad en la final.
Dio la asistencia del gol de Tristán y llevó la batuta del ataque asociándose especialmente con Fran. En la segunda parte, tuvo una gran ocasión para sentenciar pero no hizo falta y la Copa viajó a A Coruña. Valerón ya asombraba, pero no era más que el inicio glorioso de un jugador que lo único que hace es disfrutar cuando coge un balón. Y nosotros con él.
DIEGO TRISTÁN
Era su partido. El mejor delantero nacional del momento tenía ante sí la oportunidad ideal para confirmarse ante el mundo y asegurarse la titularidad de la selección en el Mundial de Corea y Japón. No falló. Quizás no fue de sus mejores partidos, pero dio el pase a Sergio y marcó su gol. ¿Qué más se le puede pedir a un delantero en un encuentro así?
El algabeño hacía gala de su clase en cada control, en cada pase, en cada regate, en cada disparo. En la final no fue menos. Muy vigilado durante todo el partido, Tristán le demostró al Real Madrid que se equivocaron al dejarlo escapar. Ante los blancos su nivel aumentaba, si es que eso era posible dado su ya de por sí endiablada calidad.
Poco después comenzó su declive, a partir de su lesión en el Mundial tres meses después, y Roy Makaay recogería el testigo como goleador del equipo. Quién sabe hasta dónde podría haber llegado el andaluz sin aquella lesión y si se hubiera cuidado un poco más. Pero quizás sin eso, no habría sido un genio.
Álvaro Santaeufemia