No me gusta mucho el mercado de invierno. Tengo la sensación de que es como una moneda al aire para los clubes que no tienen un gran potencial económico.
Normalmente, se acude a fichar en esta época del año cuando los equipos no están cumpliendo los objetivos que tenían diseñados en verano. Parece el último clavo al que agarrarse para intentar revertir una mala situación. Salvo que tengas dinero suficiente para conseguir titulares de otros conjuntos, como en el caso del Atlético de Madrid con Augusto, las incorporaciones suelen ser de futbolistas con pocos minutos, que no cuentan para sus entrenadores o que están en otras competiciones. Y el rendimiento inmediato de estos jugadores no es sencillo de obtener.
No hay tiempo para pretemporadas ni para aclimatarse a la Liga, a la entidad y a la ciudad. Tienen que ser refuerzos de esos que, como dijo en su día Lotina, se ponga la camiseta ya y salga al césped. Y acertar con estos condicionantes es complicado. No son muchos los fichajes de enero que dan un salto de calidad a los equipos.
Por todo ello, en el caso del Dépor, viendo el buen rendimiento que está dando el equipo, habría que pensar mucho la posibilidad de acudir al mercado. Sin necesidades por cuestiones de clasificación y con una plantilla amplia como la que hay, no hay que volverse loco por hacer un fichaje.
Si aparece una buena posibilidad, incluso pensando ya en la próxima temporada, perfecto; en caso contrario, no pasa nada por seguir con el mismo bloque hasta el final del campeonato. El grupo ha demostrado que se puede confiar en él.