A sus 51 años, Peter Rufai compagina su trabajo en la Staruf Football Academy con un pequeño cargo en la Federación Nigeriana de Fútbol, ambos con un objetivo común: devolver a Nigeria a la élite del balompié.
Desde el pasado día 17 y durante 23 días, África persigue su sueño. Lo hace en Guinea Ecuatorial, hogar improvisado de la XXX Copa Africana de Naciones, un espectacular y colorido escaparate que gira en torno a una pelota pero, sin embargo, guarda tras de sí el peculiar caos que suele definir cada gran cita celebrada en el continente negro. Enrocada Marruecos en su miedo a organizar el evento por temor a la expansión de una epidemia de ébola, el torneo regresó a la antigua colonia española presidida por el polémico Teodoro Obiang, anfitrión de la edición de 2013 junto a Gabón.
Sin embargo, la CAN 2015 cuenta con una ausencia de lujo: Nigeria. Y es que en el país más poblado de África, el petróleo y el gas no son la única materia prima de primer nivel a exportar. También lo es el fútbol, una vía de escape para un estado donde la inestabilidad política y la irrupción del grupo terrorista Boko Haram se vive con especial miedo en las comarcas del norte, de mayoría musulmana y donde el goteo de secuestros no se detuvo en el de las 200 niñas raptadas en abril de 2014. Siguió, pero ya sin el mismo eco en la comunidad internacional.
En el sur y concretamente en Lagos nació Peter Rufai, exguardameta del Deportivo de La Coruña a mediados de los 90. Rufai, que coincidió con Jacques Songo’o durante su estancia en Galicia, cumplía a rajatabla con el arquetipo de portero africano: extravagante y siempre capaz de lo mejor y lo peor. Su estancia en el conjunto herculino, pese a no dejar huella en el césped, sí lo hizo en otros aspectos. Descendiente del rey Rufai de Idimu, el arquero nigeriano rechazó su condición de heredero al trono para centrarse precisamente en su pasión: el fútbol.
Ahora, con 51 años y tras vivir algunas etapas a caballo entre Bruselas y Lagos durante su juventud, Rufai forma parte del proyecto de renovación ideado por la Federación Nigeriana de Fútbol para devolver al combinado de Stephen Keshi a la élite del continente. Campeona de África en el año 2013 y clasificada para el Mundial de Brasil, Nigeria no logró certificar en el pasado mes de noviembre su pase a la cita de Guinea Ecuatorial. Sí lo hicieron Congo y Sudáfrica, lo que motivó la decisión de la Federación de crear un grupo de trabajo con viejos conocidos del balompié mundial. Entre ellos, ilustres como Okocha, Finidi o Babayaro, pero también Rufai.
Apodado cariñosamente Dodo Mayana en su lengua natal, Rufai decidió tiempo atrás poner en marcha la Staruf Football Academy, un proyecto enfocado a la ayuda y desarrollo de los jóvenes talentos del país, una idea propulsada, en parte, por la creencia de Rufai de que «la selección no es para principiantes, creo que los jugadores que se están probando no son aún lo suficientemente competitivos en relación a los de otros países», tal y como comentaba en unas recientes declaraciones al diario Vanguard. Rufai aludía así a la necesidad de Nigeria de potenciar las escuelas nacionales de fútbol base para un posterior salto óptimo a Europa.
Y es que más allá de las vallas metálicas, el Sahel y el tráfico humano amparado en la permeabilidad de las fronteras, África busca un punto de partida. En el caso de Rufai, la cordura de su propuesta también logró captar la ayuda de Nestlé, que patrocinó torneos de categorías inferiores y clínics a lo largo del país para buscar nuevos talentos. Quizá no a un George Weah o al mítico Nwankwo Kanu. Tampoco un Abédi Pelé. Pero sí a las próximas generaciones de una nación que todavía recuerda los octavos de final del Mundial de 1994, cuando sólo la Italia de Roberto Baggio cerró las puertas del éxito al combinado africano. Ahora, Rufai busca abrirlas de nuevo.