“El Deportivo es Valerón y Valerón es el Deportivo”. Fueron algunas de las últimas palabras que Manuel Pablo esgrimió públicamente en la despedida de su camarada ante los medios. La simbiosis entre el ‘Flaco’ y el club, sin embargo, no supera a la forjada entre dos canarios que juntos se hicieron hombres, se convirtieron en futbolistas y portaron el brazalete de un equipo centenario al que llevaron de la mano hacia al olimpo de los grandes de Europa.
Se encontraron en el Las Palmas Atlético hace casi dos décadas. El primero llevaba allí desde los 9 años y el segundo salía por primera vez de su Arguineguín natal para dejar de ser ‘el Palanca’ y comenzar su doctorado en mago. Uno era carrilero y el otro ya despuntaba en la mediapunta con sus poco más de 50 kilos de peso. Sus combinaciones comenzaban a copar las crónicas de aquéllos partidos de 1994. “Nos entendíamos de maravilla, sin mirarnos”, cuenta Manuel Pablo.
Su amistad es tan sencilla como el fútbol del ‘21’ y tan primitiva como el mismísimo puntapié. “Mi amigo, mi compañero, mi capitán, mi hermano”, decía el ‘Flaco’ en su adiós. De los 37 años que ambos acumulan a sus espaldas, 20 se los reparten hombro con hombro. Tan solo el año que Valerón pasó por Mallorca y los dos que lo acercaron a la élite en el Atlético de Madrid consiguieron separarlos.
Juntos ganaron la Copa del 2002 y juntos alzaron al Deportivo a la cima de Europa. Y cuando uno no estaba el otro llevaba a cuestas el sufrimiento del otro. Porque por compartir hasta compartieron el calvario de las grandes lesiones y entonces sí que no había césped ni balón que los separase. Me atrevería a decir que el mejor gol de la carrera de Valerón fue aquél que anotó frente al Lille en la Champions del 2001. Tan solo 11 días después de que la pierna de Manuel Pablo se hiciese añicos y su carrera diese un vuelco de 180 grados. Aquél día el ‘Flaco’ alzó dos dedos al cielo para dedicar a su otro hermano el mejor gol de su brillante carrera.
Los que los conocen saben que Manuel Pablo y Valerón eran indivisibles. Un pack del que Lendoiro quiso colgar el futuro del Deportivo con unos contratos sin parangón en la gestión deportivista. Lo que el fútbol solo consiguió separar durante tres años desde el 94 hoy lo consiguen los despachos, las cuentas y unos negocios sombríos en los que la sencillez y la honestidad que destila la relación de estos dos peloteros no ha encontrado acomodo.
Su adiós quisieron vestirlo de épica. Los últimos minutos de partido frente a la Real Sociedad mostraron a dos tipos entregados, omnipresentes sobre el césped. Como futbolistas luchaban por el escudo que los hizo triunfar de la mano y como amigos buscaban el mejor regalo de despedida que se podían hacer el uno al otro.
“Se me va la amistad de mi vida”. Manuel Pablo es Valerón y Valerón es Manuel Pablo.
Pedro Díaz