Ceñirse a la consecución de la permanencia como balance del trabajo en el área técnica y el Consejo revelaría un análisis sesgado de un año que se torció de manera inesperada, tan inesperado como lo fue también el arreón inicial del Deportivo en Liga. Mostró raza el equipo durante la primera vuelta de la competición, y ello sirvió de abrigo a club y afición tras las penurias pasadas. Y con todo, volvió a enfriarse el ambiente en enero. Sucedió tras un bache de resultados que alertó a los más precavidos, y de ahí partió el paulatino resquebrajamiento del dique en torno al vestuario de Abegondo, ya alterado durante la pretemporada por el incidente entre Arribas y Luisinho.
Aquel enfrentamiento marcó un precedente de divergencia entre entrenador y directiva, un punto sin retorno que pareció irse a la nada porque la pelota entraba y el conjunto respondía. No fue así, y las ruedas de prensa previas al último partido de la temporada así lo plasmaron. Nadie quiso esperar a finalizar el curso y en esa partida de póker también entró Víctor, que dejó patente ante los medios la existencia de una brecha con la directiva. Faltó autoridad por su parte, también comunicación entre todos y, muy concretamente, mano dura en el declive.
Venían Tino Fernández y los miembros restantes del Consejo de un año complicado en lo institucional, agravado por la nefasta gestión de un ‘caso Jimmy’ que pareció delimitar, en cierta manera, partes de la nueva hoja de ruta: paciencia, consenso y resolver los problemas en casa. Y tampoco pudo ser, porque el nuevo frente de batalla se halló dentro de la plantilla, con el entrenador renovado a finales de enero pero también la incógnita latente de cómo respondería la segunda unidad de la escuadra con media Liga por delante y menos oxígeno en la bombona.
No se percibió excesiva división en lo referente a la continuidad de Víctor, en parte porque de su mano se notó menos zozobra, y en un club acostumbrado a vivir en medio de la tormenta supo mucho mejor. Sí se apuntó a cierta precipitación en la decisión final, y el paso de los partidos refrendó esa sensación. Le costó a Víctor mantenerse firme porque, en cierta manera, hubo condescendencia o falta de acuerdo con sus superiores a la hora de tomar decisiones. Y ahí aflora otra pregunta, ¿qué figura debió tomar partido como enlace con el técnico madrileño? Quizá se echó de menos la de un director deportivo, y el Deportivo no lo tuvo en instantes que precisaban decisiones drásticas. Y seguro que de ello habrán tomado nota. Los aficionados lo han hecho.
Pablo Varela