«Quiero hombres, no nombres». Carmelo del Pozo convirtió esta frase en el lema de una filosofía que se mantuvo a lo largo de todo el verano y que tenía como norma principal alejarse de los fichajes de relumbrón. El director deportivo quería «jugadores de Segunda» para evitar batacazos como el que, irónicamente, el Deportivo sufrió en Santo Domingo y que supuso la primera derrota de la temporada ante el Alcorcón.
La sensación cuando se cerró el mercado es que Carmelo logró completar una plantilla a su gusto, pero después del encuentro de ayer sábado, o muchos de los minutos de Tenerife, parece claro que a este Dépor le falta, precisamente, mucha Segunda División. Cuando el rival se rebela y simplifica el fútbol, presión alta y juego directo, el conjunto de Natxo no encuentra respuestas. El vértigo es enemigo de un grupo que todavía piensa demasiado sobre el campo antes de ejecutar.
En A Coruña conocen bien a Cristóbal, que tiene en el orden de sus equipos su gran virtud. Dos movimientos tácticos fueron suficientes para desarbolar a su ex. Jonathan Pereira sobre Domingos Duarte para cortocircuitar la salida de balón. Caída de un mediocentro o un delantero a la banda para hacer superioridad junto al lateral y al extremo. Siempre tres contra dos.
Aunque no todo fue cuestión de matemáticas. Porque en el fútbol, como en la mayoría de deportes, la clave no está en lo que se hace, sino en cómo se hace. Y ahí fue donde el Dépor demostró que todavía está verde para este tipo de lances. No compitió. Cuando el Alcorcón metió el partido en el barro los blanquiazules no quisieron bajar y eso se tradujo en apenas un par de disputas ganadas, la pérdida de todas las segundas jugadas y la sensación de que siempre había un jugador amarillo más.
Ni siquiera yendo por detrás en el marcador el equipo fue capaz de dominar a un rival que controló el partido en todo momento
El gol de Nono llegó al borde del descanso, pero podía haber llegado mucho antes. Lo evitaron Dani Giménez, al que el error del Heliodoro no debe empañarle un gran inicio de campeonato, y la falta de acierto local. Desaprovecharon ocasiones hasta que Cartabia, uno de los jugadores que mejor reflejó la incomodidad deportivista, perdió un balón en línea divisoria. La pelota fue a la banda para volver al centro del área y encontrar a un rematador solo. El fútbol de toda la vida. El manual del que debían haber tirado los coruñeses en la estrategia en lugar de regalar contraataques sacando en corto. Incidieron en el mismo error hasta el final y el karma los castigó con una nueva expulsión de Krohn-Dehli tratando de evitar el segundo ya en el descuento.
El Deportivo no lo sabía, pero el partido había terminado en el descanso. Sólo Caballo y Carles Gil estuvieron cerca de empatar, pero fue más por fogonazos que por continuidad en el juego. Ni siquiera yendo por detrás en el marcador el equipo fue capaz de dominar a un rival que sí tuvo las tablas necesarias para defender lejos de su portería e interrumpir el encuentro siempre que lo necesitó.
Debería tenerlo interiorizado ya, pero el conjunto de Natxo necesita darse cuenta de que no todos los partidos van a ser de etiqueta como el duelo de Riazor con el Sporting. Sobre todo a domicilio, habrá mucha guerra de guerrillas y los blanquiazules mejorarán cuando entiendan que en este tipo de partidos toca ponerse el mono de trabajo y combatir con las mismas armas.