Los resultados de Real Madrid y Barcelona en la Champions League han dejado al descubierto una vez más las vergüenzas que conlleva un campeonato español en el que cada año la falta de competitividad acaba por acarrear resultados como los vividos esta semana.
4-0 y 4-1, en un global de 8-1. Esos son los números que han logrado los representantes del fútbol español en las semifinales de la máxima competición europea, y eso que para muchos, Real Madrid y Barcelona partían con cierta ventaja sobre sus rivales alemanes. Probablemente tanto la plantilla de los blancos como la de los culés sean superiores a las de Borussia y Bayern, pero la mala forma en la que ambos llegaron a esos encuentros ha sido clave. ¿Qué es lo que ocurre?
Un campeonato liguero totalmente viciado
Que Real Madrid o Barcelona ganarían este año la Liga, no era una sorpresa para nadie. Lo más grave quizás haya sido que esta campaña ni siquiera ha existido un duelo entre ambos, y desde el mes de diciembre los de Tito Vilanova tenían amarrado el título. Como consecuencia, merengues y blaugranas decidieron dejar a un lado el campeonato, y optaron por utilizar a los menos habituales en muchos encuentros. Pese a jugar con los suplentes y en muchas ocasiones a medio gas, las victorias se fueron sucediendo sin demasiados sobresaltos. Quizás por ello, el estado de forma de los catalanes y madrileños no ha sido el más óptimo para disputar unas semifinales europeas, y ahora ambos deben apelar a la épica.
El adiós de la clase media
La sensacional temporada realizada por el Atlético de Madrid sirvió a muchos para agarrarse a eso de que la Liga no era cosa de dos: nada más lejos de la realidad. Los del ‘Cholo’ están haciendo unos números excelentes, pero lo cierto es que si todavía tienen posibilidades de hacerse con la segunda plaza, es gracias a que los de Mourinho han bajado el nivel en relación con la campaña pasada. Atrás han quedado equipos como el Valencia, el Sevilla, la Real Sociedad o el propio Deportivo, con plantillas muy equilibradas y con opciones reales de competir por el título liguero. Además, el nivel de otros equipos de la zona media de la tabla era bastante superior al que existe actualmente. La ausencia de ‘capital’ para poder traer a los mejores jugadores del planeta a España ha hecho que ahora las grandes promesas recalen en las canteras del Real Madrid o del Barcelona, o bien que emigren a otras ligas europeas.
Fuga de talentos
Cualquier futbolista que rinda a un buen nivel en la Liga BBVA sabe que tendrá dos opciones la temporada siguiente: o que Rosell y Florentino se encaprichen y los fichen, o vendrán clubes de otras ligas con mayores posibilidades económicas a por ellos. Borja Valero, Michu, Cazorla, Silva, Mata o Javi Martínez son algunos ejemplos. Beñat o Isco, ambos internacionales, pueden ser los siguientes en abandonar la Liga.
Canteranos que no salen
Hace unos años, Barcelona y Real Madrid solían ‘repartir’ en diferentes clubes de Primera aquellos jugadores que no necesitaban. Ahora, con sus filiales en Segunda División, prefieren mantenerlos en sus plantillas o enviarlos al extranjero: Isaac Cuenca, Joselu, Carvajal o Jesé no seguirán el mismo camino que en su día realizaron los Arbeloa, Verdú, Negredo o Soldado.
Televisiones: el abuso de los grandes
Llevamos años escuchando que las condiciones contractuales que existen actualmente en el reparto televisivo de la Liga BBVA son extremadamente favorables para Madrid y Barcelona. Javier Tebas, presidente de la Liga, ya ha dicho que retocarán el sistema, pero en ningún caso el reparto se asemejará al modelo inglés, sino al italiano: la intención es que los dos grandes continúen sin bajar sus emolumentos, mientras que intentarán subir el de los más pequeños.
Ante este panorama, parece difícil que la Liga recupere el esplendor de años pasados, en los que Real Madrid y Barcelona veían peligrar su hegemonía ante otros conjuntos que luchaban por hacerse un hueco en lo que era ‘La Liga de las Estrellas’. La crisis económica y la mala gestión que hacen los responsables del fútbol español, hacen que la competitividad sea inexistente, y por desgracia, la sensación es que por este camino solo se puede ir a peor. Bienvenidos al mayor despropósito del mundo.