‘Perfiles’ viaja de Ourense a Madrid y regresa de Madrid a Coruña, previo paso por Mallorca y Valladolid, de la mano del centrocampista de contención que llega al Dépor para ayudar a Oltra en su compromiso con el ascenso.
Centrocampista de contención. No se trata, sin embargo, del típico pivote al uso. No es excesivamente rápido, ni excesivamente físico o agresivo; sí tiene, por el contrario, un buen toque de balón y una visión de juego privilegiada para esa demarcación. Borja Fernández Fernández bebe de uno de los grandes centrocampistas defensivos de los últimos años. Lo hace en Madrid, en el Santiago Bernabéu. Un jugador elegante y de muchísima calidad que hacía fácil lo difícil y que tenía el fútbol perfectamente estructurado en su cabeza: el argentino Fernando Redondo.
Borja llega a las categorías inferiores del Real Madrid con 15 años tras destacar en uno de los equipos punteros de su Ourense natal, el Pabellón Club de Fútbol. No es el equipo blanco el único que se fija en él. También lo hace el Deportivo, con la estrategia de captar los mejores talentos de Galicia. Su padre es de corazón blanquiazul –de hecho es el fundador de la primera peña deportivista en Ourense- pero es su madre la que le anima definitivamente a dar el paso.
En la Fábrica, comparte varias temporadas con compañeros de la talla de Iker Casillas o Roberto Soldado -también con otros no tan prestigiosos como Óscar Miñambres, el central Rubén o David Aganzo- hasta llegar al segundo equipo en el año 2001 en plena fiebre de los ‘Zidanes y Pavones’. Después de realizar un buen papel en el ‘C’, el técnico Juan Ramón López Caro demanda su presencia en el Castilla.
Las dos siguientes temporadas se hace indiscutible en el filial madridista. Juega 70 partidos, alternando la posición de centrocampista de contención con la de central, a un nivel más que aceptable. Incluso, es habitual en las convocatorias con las categorías inferiores de la selección. El futuro se presenta prometedor con un único pero que proviene del primer equipo. El entrenador Vicente del Bosque opta por jugadores de otro corte; destructivos y recuperadores y que hacen el juego más fácil a las estrellas ofensivas. Zidane, Figo, Guti, Raúl, Ronaldo… hombres suficientes para atacar; para defender, en cambio, Del Bosque sólo cuenta con uno: Claude Makelele.
Con 22 años y tras las dos campañas en el Castilla, llega la hora de estrenarse en el primer equipo. En verano, el portugués Carlos Queiroz toma el relevo del técnico salmantino en el banquillo en una etapa con muchas oportunidades para los productos formados en las inferiores. Raúl Bravo, Portillo, Juanfran, Rubén, Miñambres, Mejía, Núñez, Jordi… y entre ellos Borja Fernández, que debuta en septiembre del 2003 en el empate en El Madrigal frente al Villarreal.
El ourensano no goza de la total confianza de Queiroz pero coge experiencia. En su primer año disputa 15 partidos ligueros -seis de ellos como titular, cuatro completos- y otros cuatro en la máxima competición continental, la Copa de Europa. Cuenta menos incluso la temporada siguiente en la que comparte vestuario hasta con tres entrenadores diferentes. En un club de máxima presión y donde la paciencia con la cantera se acaba pronto, dos partidos de titular en todo el curso son cifras demasiado pobres para un joven de 23 años que se quiere labrar un nombre en el mundo del fútbol.
Héctor Cúper, desde Mallorca, pide su cesión. Tras ocho años, comienza una nueva etapa lejos de las instalaciones del club blanco con el objetivo de “volver al Madrid”. No lo hará. En Son Moix las cosas no salen como Borja espera. Hasta cuatro jugadores juegan más minutos que él en el puesto de mediocentro, primero con Cúper y desde la jornada 23 con Manzano. Pereyra, Farinós, Doni y Basinas cierran las puertas al gallego en las Islas Baleares.
Su cesión en el Mallorca se termina al mismo tiempo que su contrato con el Real Madrid, equipo con el que se desvincula para firmar cuatro años con el Real Valladolid, en ese momento en Segunda División. Serán cuatro años inolvidables para Borja. En Pucela se reencuentra con su mejor nivel a las órdenes de Mendilibar y el primer año consigue el ascenso formando en el centro del campo con Álvaro Rubio. En Primera también es una pieza importante del puzzle blanquivioleta -entre las cuatro temporadas juega una media de 32 partidos ligueros al año- y se hace un nombre en la categoría. La última campaña el equipo desciende y Borja, con varias ofertas, abandona el plantel.
Llega al Getafe, cerca de Madrid, esa ciudad donde ‘aterrizó’ a los 15 años. Ahora tiene 29 y los años no pasan en vano. Las lesiones merman las prestaciones de Borja en el conjunto con el que firmó en verano por cuatro temporadas. Cuatro partidos de titular en Liga y otros tantos en la Europa League dejan en evidencia la pobre aportación del gallego al equipo azulón. En el aspecto colectivo, el Getafe consigue su objetivo, la salvación. Es el Deportivo el equipo que pierde la categoría, el equipo de su padre.
El verano de 2011, Ángel Torres llena de competencia el centro del campo getafense. Juan Rodríguez, Mehdi Lacen, Míchel Madera o Rubén Pérez, unidos a Casquero o Mosquera complican la estancia de Borja un año más en el club azulón. Suenan Valladolid y Deportivo. Esta vez la elección convence a su padre. El destino es A Coruña.