El Deportivo no logró mover el marcador ante el Lugo por dos motivos fundamentales: su falta de acierto en el área y la inspiradísima tarde de Juan Carlos. Porque el bache del conjunto blanquiazul está siendo más de resultados que de juego, sin ser este brillante, y en el derbi generó lo suficiente para llevarse los tres puntos como ya ha hecho en más de una ocasión esta temporada. Lo que debe preocuparle a Natxo y al deportivismo no es tanto la falta de fluidez o de gol y sí más la sensación de que la responsabilidad y la presión empiezan a pesar en las piernas de los jugadores.
La ansiedad, quizá provocada por jugar sin red en Riazor ante la mala racha a domicilio, comienza a manifestarse en equipo y afición. Y no es una cuestión menor. Pocas muestras más claras que los últimos 20 minutos, en los que con un hombre más sobre el verde el conjunto blanquiazul se atascó por completo. Reconocía el técnico tras el partido que en este tipo de escenarios se necesita cabeza fría, pero él tampoco ayudó acumulando delanteros con la entrada de Quique para retirar a Álex. Un 4-2-3-1 con mucho punta y poco centrocampista.
Tampoco hubo brillantez en la toma de decisiones de los jugadores, empeñados en estrellarse de frente ante el muro lucense. La precipitación llevó a una pésima ocupación de los espacios, aislando a David Simón, Saúl y por último a Caballo, que cada vez que recibían pegados a la banda no tenían ningún socio entre el lateral y el central rival, justo donde estaba el premio.
El Dépor fue superior en todo momento, pero fue mejor Dépor en el once contra once. Y lo hizo a su manera, sin exuberancias ante un rival que desde el primer minuto dejó claro que su único plan era acumular gente en su área y perder tiempo. Faltó ritmo en el primer tiempo, con muy poca amenaza por parte de Borja Valle y Carlos Fernández. Siempre recibiendo al pie, sin nadie que ofreciera una solución a la espalda de la zaga visitante.
Y aún así, antes y después de la roja a José Carlos, faltaron dedos en una mano para contar las ocasiones de gol blanquiazules. Carles Gil sigue negado y falló las dos primeras, una encontrándose con el palo y otra cruzándola en exceso tras un buen centro de Saúl. Las que fueron por dentro se toparon con el portero rival. Valle la tuvo nada más salir del descanso, luego David Simón en una volea y para poner el broche al asedio un cabezazo de Carlos. Todo ello sin contar un balón de Cartabia en el área pequeña mal resuelto por el argentino. No era el día y, además de confiar en que los resultados vuelvan pronto, sólo queda esperar que la ansiedad no siga creciendo. Ni en el césped, ni en la grada.