Pocas conclusiones a futuro se pueden sacar del partido que el Deportivo se llevó ante el Numancia. Pero la situación, esa combinación de tramo decisivo de la temporada, en lo único que cuenta son los triunfos que puedas sacar, y el incendió, deportivo e institucional, que amenazaba con consumir al club coruñés, exige ser más cortoplacista que nunca. Abandonados todo plan o proyecto, al equipo sólo le queda ahora sobrevivir cada domingo para luchar una jornada más, como hizo en Los Pajaritos, donde por fin salió el sol. Tras perder primero los resultados e ir olvidándose del juego, cabe esperar que esto sea el inicio de un camino inverso que permita recuperarlo todo.
No fue un gran encuentro de los de Martí a pesar de que todo se puso de cara muy pronto. Una cabalgada de Valle y una pared con Quique ante una zaga paralizada abrieron el marcador y, antes de que se cumplieran los diez minutos, Somma hizo el segundo en el remate soñado por cualquier central: solo en el punto de penalti. Quizá podía haber servido ese inicio para ver a un Dépor más suelto, que aprovechara la ventaja y un rival todavía más deprimido para recuperar sensaciones, volver a sentirse dominador. Pero a los blanquiazules no les sobra nada, como perfectamente resumió Bóveda al finalizar el partido: «Un equipo no pasa del agujero a dar recitales». Y tanto.
Sin saber todavía cuánto fue mérito propio y cuánto demérito soriano, lo cierto es que al menos sí se vio a un conjunto deportivista más compacto a nivel defensivo. El técnico balear volvió al 4-4-2 con las dos primeras líneas muy juntas para ahogar cualquier circulación rival. A riesgo de sonar conformista, mantener esa disciplina con dos extremos como Cartabia y Valle en las bandas es para valorarlo. También la actuación de Somma, todo el año viviendo a la sombra de los dos gigantes y sacando nota cada vez que le toca jugar.
Las mayores dudas siguen estando al otro lado del balón, cuando toca construir. Martí apostó por poner en liza un once ofensivo, con muchos jugadores que pudieran tener la pelota. En teoría. Expósito, Valle, Cartabia, Carlos, Quique… nada. Apenas hubo asociaciones ni posesiones largas que involucraran a los ‘jugones’. Todo partía de batallas individuales, conducciones de 30 metros cuyo desenlace era siempre una mala decisión.
El resultado, la resistencia de los últimos minutos con uno menos y, sobre todo, Carlos Fernández, fueron lo más positivo. Queda desear que el sevillano pueda mantenerse sano en el tramo final porque su presencia es una bendición para todos los compañeros. Sin intervenir demasiado, sin tener que dar más de un toque por acción, mejoró todas las jugadas. Con él sobre el césped, el nuevo día siempre estará más cerca.