Hay quien, en su afán por exagerar el porqué de la rivalidad entre Celta y Deportivo, remite directamente a la idiosincrasia que tradicionalmente emana de una y otra ciudad. A la identidad obrera e industrial de Vigo o a la vida burguesa del señorito de A Coruña. Cabría preguntarse qué opinan en barrios como El Ensanche olívico o el Monte Alto herculino de estos divertidos clichés que arraigaron en el imaginario gallego con el paso de los años, pero lo cierto es que añaden aún más salsa a un partido en el que no hay término medio y cuyo verdadero origen se encuentra a inicios de la década de los 20, cuando los campos de fútbol aún eran de tierra.
Es preciso viajar al año 1923 para comprenderlo todo. Para entender cómo 600 pesetas al mes dieron paso al eterno enfrentamiento que hoy perdura. Ese fue el salario aceptado por cuatro jugadores del Celta -recién fusionado en aquella fecha- para asumir la deserción a filas rivales. Los nombres de Isidro, Luis Otero, Ramón González y Chiarroni jamás serán los de un cualquiera en la cronología de ambos clubes. ‘Piratas’ fue como se les llamó al saberse que cambiaban Coia por Riazor. El qué hubiese ocurrido de existir redes sociales por aquel entonces ya es otro asunto.
Hay que adelantarse hasta la temporada 1924/25 para ver frente a frente a Deportivo y Celta. En juego, el Campeonato Gallego. Cayeron los vigueses en el primer envite por 3-0 con un doblete de Leonardo y otro tanto de Pereiro para los blanquiazules, pero el curso alumbró a la escuadra pontevedresa como la ganadora de la competición. Lo lograron precisamente tras ganar por el idéntico resultado sufrido en la ida con la ventaja de haberse adelantado en el goal-average global. Esa fue la diferencia que marcó el balance final del primer asalto, y también uno de los sempiternos núcleos de orgullo del Celta, que reeditó su victoria al curso posterior.
El Deportivo estrenó su palmarés autonómico en la campaña 1926/27. Y lo hizo apoyándose en tres de los futbolistas que habían llegado desde el sur. Era el 6 de febrero de 1927 en Riazor, e Isidro ocupaba la meta de los locales, con Otero en el flanco diestro de la zaga y Ramón González en punta junto a Chaco. Entre estos dos últimos anotaron el primer tanto coruñés, siendo Vázquez quien cerró el marcador para que los pupilos de Félix Gila se erigiesen como campeones regionales por primera vez en su historia.
No estuvo exenta de polémica esta etapa. De hecho, tal y como relata el escritor Carlos Fernández, uno de los derbis de la temporada 1928/29 dejó un acta arbitral de lo más curiosa. «En el segundo tiempo -ganaba el Celta por 3-0- los jugadores del Deportivo de La Coruña se mostraron incorrectos en extremo, saliendo al campo solamente siete jugadores -uno de los que faltaban era el portero Isidro-, que se retiraron sin mi permiso, a pesar de haberles hecho las observaciones oportunas«. El choque acabó 13-0 para los vigueses, que perdieron el campeonato tras la denuncia efectuada por el Deportivo a la Federación alegando una supuesta alineación ilegal. Y es que hay cosas que no cambian. Y en el fondo, para qué cambiarlas cuando dan tanta vida.