Los jugadores del Dépor están demostrando por enésima vez en la historia del fútbol, que este es un deporte donde el aspecto mental juega un papel fundamental.
Dos victorias, en el derbi ante Celta y en Palma frente al Mallorca, han provocado que, lo que parecía un milagro hace tres semanas, ahora sea un objetivo difícil pero factible. Y es que no es solo la mano de Fernando Vázquez lo que ha cambiado la dinámica negativa que arrastraba el equipo, sino que también se debe a que jugadores que no han dado la talla a lo largo del año hayan despertado de su letargo en el momento adecuado para revertir la situación.
Si ante el Celta Juan Domínguez se convirtió en pieza fundamental al liberar de labores de construcción a Valerón, en Mallorca fue Abel Aguilar quien completó una de las mejores actuaciones de la temporada. El colombiano se complementó con el coruñés y juntos se han convertido en una pareja de garantías para afrontar este tramo final. Resulta curioso que las dudas hayan desaparecido en una parcela que provocó tantos quebraderos de cabeza a entrenadores como José Luis Oltra y Domingos Paciência. La asociación Juan Domínguez-Abel Aguilar relega a un segundo plano a Álex Bergantiños, un jugador con corazón blanquiazul y que siente la camiseta como el que más. Su amor a estos colores resulta incuestionable y estoy convencido de que se adaptará perfectamente a su nuevo rol en el equipo.
Toda la plantilla se prepara ya para la tercera final consecutiva. No sé que ocurrirá, pero es innegable que este grupo posee una capacidad de superación muy importante para solventar y jugar este tipo de encuentros. El Dépor llega en dinámica positiva y recibe a un Zaragoza en horas bajas, ya que lleva estos cuatro meses de 2013 sin ganar ningún partido. Sin embargo es clave que no exista el menor resquicio de relajación en un partido vital y en el que Riazor jugará de nuevo un papel fundamental. Es cuestión de cabeza, y en eso este Dépor merece un crédito por nuestra parte. Eso han demostrado las últimas semanas.