«¡Recupera la posición, Kanouté!». Javi Angeriz y Antonio López, ambos centrales y ya en la treintena, corrigen sobre el césped de Abegondo a algunos de sus compañeros más jóvenes en el Laracha. El conjunto bergantiñán es, desde este curso y a todos los efectos, el segundo filial del Deportivo. La ecuación parece sencilla: proporcionar otro escalón más para que los canteranos blanquiazules se fogueen antes de llamar a las puertas del fútbol profesional. Pero para Javi y Antonio, vestidos con las equipaciones del club herculino de la campaña pasada, implica cerrar un círculo. Reencontrarse por primera vez para acabar un viaje. Como el que les llevó al Olímpico de Múnich en 2002 para medirse al Bayern.
Antonio sonríe al recordar que, varios años atrás, un compañero del Racing de Ferrol le dejó en su taquilla un recorte de prensa de aquel partido de Champions. «Ha pasado mucho tiempo ya. A veces lo hacen, para vacilar», explica. Él era uno de los tres jugadores criados en el Deportivo que convocó Javier Irureta para el choque de fase de grupos en Baviera. Junto a él, estaban Javi y Dani Mallo. Tres chicos del área metropolitana de A Coruña viviendo en la élite por un instante. A punto de ser partícipes de una gesta inesperada: el 2-3 que erigió al Dépor en el primer equipo español en vencer en el feudo muniqués. Contra el pronóstico de prácticamente todos.
«Era casi como ir al matadero». Xosé Hermida, periodista de El País que realizó la crónica del encuentro, tarda apenas unos minutos en desempolvar sus memorias de aquel día: «Es que había una sensación de incredulidad. El Deportivo iba de víctima, y el grupo parecía el Everest: el Milan, el Bayern y un teórico comparsa, el Lens, que no era tal comparsa». Para más inri de Irureta, Ballack estaba enfrente. Hermida sostiene la teoría de que al irundarra le gustaban los futbolistas próximos a lo que había sido él como jugador. Por eso, y porque el equipo estaba en cuadro en la zaga, no quería ni verlo. «Había bajas atrás, y de larga duración. Y, la verdad, no nos avisaron con mucha antelación», señala Antonio.
El álbum de cromos
El primer jugador de las categorías inferiores en ser citado para la Champions fue Dani Mallo. Y Hamburgo, la escala inicial de numerosos vuelos con el equipo. «Irureta tomó una costumbre que tenía el Manchester United de aquel entonces: viajar en Europa con los tres porteros. Viajé a muchos partidos de Copa de Europa, pero ir convocado con los mayores en aquella época era difícil. Prácticamente imposible. Tenía que ser por lesiones o sanción». Antonio afirma que lo complicado era asumir otro rol que no fuese ese, porque «hombre por hombre, cada uno de ellos estaba entre los quince mejores del mundo en su posición».
Fue en el aeropuerto de Múnich donde, por un momento, también se sintieron aristócratas de su deporte. Entre quienes les recibieron, un aficionado sostenía un álbum del Deportivo. «Y nos pidió el autógrafo a Javi y a mí, pero nosotros no estábamos en los cromos. Porque tú viajas con el equipo, pero eres parte de él relativamente». Ambos ríen al rememorarlo. Pasaron de jugar en campos de Tercera a calentar en uno donde, por la forma de la grada, tenían la sensación de que la gente se les echaba encima. «Antes se miraba exclusivamente al primer equipo. Sabes que no vas a jugar, pero disfrutas la previa, el día del partido y de que la afición te trate como a un jugador más», concreta Javi.
El tapado y la camiseta de Kahn
«Estuvo delante de nuestro banquillo durante la primera parte e hizo un partido espectacular». Para Javi y Antonio, el otro protagonista del partido fue Héctor. «Iba como de tapadillo», concreta el primero, «y quizá estuvo un poco más alejado de los focos por no tener tanto nombre». Al buen día del lateral andaluz se sumaron Makaay y Valerón, ambos con ganas de jaleo. Lo hicieron a la contra y, según Xosé Hermida, fue lo que llevó a la directiva del Bayern a plantearse el fichaje de Roy de cara al año siguiente: «Creo que ese es el día en el que el Rummenigge le echa definitivamente el ojo. Entre Juan Carlos y él hicieron un curso de cómo dar y recibir la pelota al desmarque».
El caso es que, al final del partido, habían amargado la noche a Oliver Kahn. Al guardameta alemán le costó digerirlo y se marchó al vestuario con cara de pocos de amigos. De camino, se llevó por delante las ilusiones de Antonio y Dani Mallo, que aspiraban a conseguir su camiseta. «Yo también tenía la intención de pedírsela. Y él ya tenía mala cara habitualmente, pero ese día lo estaba aún más. Y me hice pequeñito», relata el zaguero. Dani, que sí se acercó a él, recibió un no por respuesta y se marchó triste. Aquel momento le quedó marcado para siempre, pero la anécdota no quedó ahí.
Un año después, Rummenigge, tras desesperarse con Lendoiro, consiguió lo que quería: Makaay desembarcaba en el Bayern. «Y Roy, con el que tenía muy buena relación, me envió al estadio de Riazor la camiseta de Oliver Kahn firmada. A día de hoy es uno de mis tesoros más especiales de aquella etapa, por lo que implicó que al final tuviese aquel detalle pese a aquel partido». No fue un día cualquiera para ellos. Y creen que, aunque pasen los años, cada cierto tiempo, volverá a evocarse. También la figura de los anónimos que estuvieron aquel día. «Tuvimos la suerte de vivirlo en primera persona y es para estar orgulloso».