«Ahora, con 12 años, han pasado por cuatro equipos». Al otro lado del teléfono, 22 años de fútbol a todos los niveles camino de sumar 41 en su carné de identidad. El tiempo pasa despacio para Carlos Padín, un clásico del balompié gallego que llegó a debutar en Primera División con el Deportivo de la mano de José Manuel Corral tras haber formado parte del Fabril de Carlos Ballesta y ahora observa, paciente, las evoluciones de su hijo Hugo, integrado en las categorías inferiores del conjunto coruñés desde la campaña pasada.
Venerado en Boiro e idolatrado en Pontevedra, el mítico mediapunta de Catoira siempre tuvo algo de maestro. También lejos del césped, donde fiel a su estilo de juego, la cabeza va antes que los pies. En esa línea se encuadra su crítico discurso en torno a la situación actual del fútbol base. «Si no tienes representante, parece que no vales«, aseveraba Padín, cuyo dedo índice apunta en una dirección concreta a la hora de hablar de los posibles culpables: «Los padres no deberían entrar a los entrenamientos. Son niños, y como tal, tienen que disfrutar«.
Esa cordura, ausente a menudo en los campos de La Torre o A Grela cada fin de semana, sí parece haber arraigado en la casa del propio Padín. Tras captar las miradas de propios y extraños en la Arousa Cup disputada en junio del año pasado y dar el salto al Alevín A del Deportivo desde su Catoira natal, Hugo pasará esta temporada a categoría infantil y seguirá recorriendo kilómetros cada semana en sus viajes a Abegondo. «Fue un cambio bastante grande, pero se adaptó bien. Todos los días lo acerco a Milladoiro y allí lo recoge el autobús».
Sin embargo, tras el entrenamiento, pelota y fútbol se quedan en la Ciudad Deportiva del club. «Casi no hablamos sobre ello. Tiene la suerte de ser capaz de desconectar bastante. Sólo le pregunto: «¿Lo pasaste bien?». Y con eso basta«, explicaba el jugador criado en el Arosa, que con un largo peregrinaje a sus espaldas en más de diez equipos entre Primera y Tercera División, recalca la necesidad de hacer ver a los más pequeños de la casa que, por encima de la competitividad y el ansia de resultados, prima el juego: «¿Consejos para él? Ninguno. Nosotros no les hacemos falta. Ellos deben pasarlo bien«.
Su filosofía, la que ha hecho de Padín uno de los jugadores más apreciados en Galicia dentro y fuera del verde, seguirá en activo un año más. Y esta vez quedará marcada en los vestuarios de un modesto equipo de la provincia de Pontevedra que milita en Primera Autonómica, el Cordeiro. «Quiero jugar. A mitad de la temporada pasada me encontré realmente bien. Me llegaron ofertas del Negreira y el Choco, pero no alcanzamos un acuerdo«, comentaba el veterano centrocampista, que ya en la recta final de su carrera, volverá a dar clases un curso más a lo largo de la geografía occidental de la comunidad y cómo no, en su propio hogar.