Fue una de las incorporaciones más llamativas del Deportivo durante el pasado mercado estival. Haris Medunjanin afronta en A Coruña su reválida en el fútbol español tras una vida marcada por la guerra de Bosnia y su infancia en los Países Bajos.
Se marchó entre los aplausos de los más de mil espectadores deportivistas que se desplazaron el pasado martes a Balaídos. Lo hizo tras errar una pena máxima en el minuto 89, un postrero balón de oxígeno que podría haber convertido a Haris Medunjanin en uno de los hombres del partido. Así son los derbis, esos encuentros donde la ingrata tarea de identificar a héroes y villanos se reduce a apenas una jugada. Sin embargo, el público respondió con nobleza tras la conclusión del partido, e identificó a Haris como uno de los suyos.
En Riazor gustan los jugadores de barrio. Gusta la picardía, pero también la zancada elegante a la hora de sortear rivales. A la hora de esquivar dificultades. Medunjanin sabe mucho de eso. Nacido en Sarajevo el 8 de marzo de 1985, el espigado centrocampista balcánico se vio forzado a huir con su familia de la capital bosnia a comienzos de mayo de 1992 tras la llegada de las tropas serbias a los alrededores de la ciudad. El sitio de Sarajevo –uno de los más prolongados del siglo XX- apenas había comenzado un mes antes, pero se dilató durante casi cuatro años más.
El asedio, comandado por figuras muy conocidas de la guerra de Bosnia como Radovan Karadzic o Ratko Mladic, dejó irreconocible Sarajevo. Las secuelas, todavía visibles en la fisonomía de la metrópoli, fueron más graves en el coste total de vidas humanas. La familia de Medunjanin encontró su vía de escape en un autobús con destino a Ámsterdam, pero no lo hizo al completo. Solo Haris, su madre Sadeta y su hermana Dzenana escaparon de la devastación que desfiguró a la ciudad donde también se originó la Primera Guerra Mundial. Su padre, sin embargo, no tuvo la misma suerte. Falleció en un tiroteo con el ejército de la República Srpska. El mejor amigo de Haris, Vedad, también murió durante el conflicto.
Así, con siete años de edad, Medunjanin llegó a los Países Bajos, un país donde el conflicto de los Balcanes dejó una profunda huella política y social, en particular tras el trágico desenlace de la defensa de Srebrenica, donde los cascos azules encargados de la protección de la zona eran de nacionalidad holandesa. Su periplo –el mismo que llevó a otros ciudadanos bosnios a países como Alemania o Suecia- le condujo a un centro de acogida en Roermond, un pequeño municipio situado al sureste del reino tulipán, lindando con la frontera alemana. Fue allí donde dejó los primeros retazos de un fútbol que, con el tiempo, le premió con dos Europeos Sub-21. Concretamente en 2006 y 2007.
Sin embargo, antes de llegar a compartir vestuario con Huntelaar, Emanuelson o Babel, Medunjanin creció con jugadores hasta tres años más mayores que él. Su descubridor fue Wim Peters, entrenador de base en el modesto Swift’36 Roermond, un conjunto de fútbol aficionado. Haris tenía diez años cuando Peters lo captó en el centro de acogida de la localidad. Ahora, con 19 más de experiencia, las aventuras del pausado centrocampista bosnio aún son seguidas de cerca por su antiguo técnico. El Roermond sirvió de rampa de lanzamiento para el talento de Medunjanin, que antes de integrarse en las categorías inferiores del AZ –donde debutó en la Eredivisie- pasó por el AFC’34 de la misma ciudad, un equipo que este año celebró su 80º aniversario. En él, además de Haris, también se formó durante su juventud un emblema del PSV Eindhoven y del Barcelona de Frank Rijkaard, Philip Cocu.
Desde su debut con el AZ Alkmaar en la máxima categoría del fútbol holandés el 20 de febrero de 2005 –con Co Adriaanse en el banquillo- han pasado ya nueve años, un período en el que Haris nunca dejó de hacer la maleta. Valladolid, Tel Aviv y Gaziantep fueron las otras ciudades que disfrutaron de una zurda fabulosa, pero que aún busca su sitio. Con un Mundial 2014 histórico para Bosnia a sus espaldas, Medunjanin mantiene su protagonismo en los planes de Víctor Fernández. Quizá, a sus 29 años, en A Coruña, haya llegado su momento.