Junto con la primera hora ante el Oviedo, que parece quedar lustros atrás, el Deportivo completó ante el Almería el mejor partido de la temporada. Lo más esperanzador fue ver cómo un equipo hundido fue capaz de levantarse y mostrar la personalidad necesaria para llevar la iniciativa ante uno de los cocos de Segunda División. Y aún así no fue suficiente. Golpes que hacen tanto daño como las derrotas, el no ser capaz de ganar cuando se hacen méritos para ello.
Los de Anquela mostraron virtudes hasta ahora desconocidas. Aunque cabe preguntarse, sobre todo pensando en el medio plazo, cuánto tuvo que ver en ello el propio Dépor y cúanto puso de su parte un conjunto andaluz que se limitó a esperar a que su rival se inmolase. Prácticamente todo lo que sucedió en campo propio para los blanquiazules tuvo que ver con Nolaskoain. Lo bueno y lo malo. Su entrada en el centro de la defensa, donde siempre pareció verlo el técnico, permitió, por una parte, una mejor salida de balón. Por la otra, adelantar la defensa.
Porque el conjunto coruñés ofreció el domingo una versión mucho más compacta. Incluso más que en el Carranza, gracias al paso adelante de la última línea de cuatro. Prácticamente plantada en el centro del campo, posibilitó que Álex y Gaku pudieran salir a presionar sin dejar un aeropuerto a su espalda, recuperar más arriba y juntar al japonés con Aketxe para combinar en la medular.
Pero los malos vicios son difíciles de olvidar. Pudo ganar el cuadro herculino, pero también pudo perder y, como siempre, por fuego amigo. El Almería nunca logró hacer daño en estático, pero ya estaban los Peru, Montero, Gaku y Álex para facilitárselo. Pérdidas de balón incomprensibles, errores no forzados que estaba vez no fueron castigados, pero que siguen evidenciando a un grupo que timorato y desconfiado.
Esa situación de nerviosismo es la misma que nubla el juicio de los atacantes deportivistas cada vez que llegan a los últimos metros. Sin que los delanteros estén aportando demasiado, ni Longo ni Santos están en su mejor forma, el Dépor carece además de profundidad por los costados debido a que sus extremos rara vez eligen bien. Borja Valle y Mollejo juegan con una urgencia permanente que no suele dejarle ver más allá de sus botas.
El asedio final sin premio es el fiel reflejo de cómo ataca el equipo blanquiazul. Sin más chispa que la zurda de Aketxe, sin plan, de forma atropellada y, claro, normalmente con poco éxito. El objetivo debe ser mantener esas virtudes y dejar atrás las malas prácticas, pero, mientras, los puntos siguen volando.