Invicto después de cuatro partidos, 10 puntos de 12 y sólo un gol encajado. Pocas pegas pueden ponérsele al Deportivo en lo que a eficiencia se refiere. Puede dar la sensación de que el equipo blanquiazul no se está mostrando como el equipo de superior categoría que debería ser, pero son esas cifras precisamente las que reflejan todo lo contrario.
El conjunto herculino se ha comportado en las primeras jornadas como un gigante, un abusón. Un púgil que se sabe más poderoso que su rival, planteando los combates cuerpo a cuerpo y hasta el último asalto. A falta de finura y brillo, fuerza bruta. Porque puedo. No es casualidad que, a pesar del bajo nivel de forma de algunos jugadores, señalado constantemente por Fernando Vázquez, el Dépor haya llegado siempre más entero que sus rivales al tramo final del partido. Otro cantar es saber aprovecharse de esa ventaja, porque como Unionistas, el Coruxo también desistió de defender en el último cuarto de hora sin que ningún blanquiazul sacase ventaja.
Fernando Vázquez sigue probando, pero no está siendo capaz de que los suyos sean agresivos en la presión. O al menos que la hagan de forma correcta para evitar perseguir sombras como ocurrió contra el Coruxo en los primeros 20 minutos. Yebra se suma a la lista de mediocentros rivales que sobresalen contra el Dépor, donde también tienen su sitio Molina y Antas.
Pero al mismo tiempo, e incluso desorganizados, el de Castrofeito sabe que para el equipo que está enfrente, llegar al área de Carlos Abad es como escalar el Everest. Agota física y mentalmente. Frágil defendiendo en campo contrario, pero rocoso a medida que está más cerca de su portería, sobre todo por la superioridad en cada duelo individual. Ir a la guerra contra los Mujaid, Bergantiños y compañía desgasta de tal manera que, cuando llegan las ocasiones, las fuerzas para convertirlas van más que justas. Que se lo pregunten a Cárcaba.
Entre la confianza y la autocomplacencia
Nada de lo visto hasta ahora asegura el éxito final, aunque tampoco lo aseguraría estar siendo brillantes a estas alturas de temporada. Pero para lo que sí debe servir esa superioridad sin la pelota es para lograr convertirse en un equipo más fiable cuando toque tenerla. Las piernas siguen temblando cada vez que toca dar un pase hacia adelante y sólo Uche Agbo pone calma entre tanta histeria. La primera piedra.
El caso contrario, la complacencia, sería lo peligroso. Fernando Vázquez es el primero en tener presente que los atajos se terminan y reconoce cierta preocupación: «En la primera parte estuvimos espesos, lo que me hace pensar a nivel estratégico en cómo debemos jugar realmente, cómo afrontar los partidos a partir de ahora. Es posible el factor de que al verse ganando partidos se suelten un poco, tener más fluidez y alegría en el juego. Que disfruten jugando al fútbol. Es como si tuviésemos una losa que pesa en exceso«.
El Deportivo debe decidir qué quiere ser de aquí en adelante. Porque el papel de Goliat dará réditos de forma regular, pero en una competición tan corta y en la que cada punto cuenta, un domingo cualquiera puede encontrarse con cualquier David al que le baste un golpe certero.