El Deportivo no para de encontrar maneras de morir. O más bien de matarse. Es emocionante ver el empeño que ponen técnico y jugadores en fracasar una y otra vez de diferente forma. Y, al mismo tiempo, quitarle años de vida a una afición desesperada que ya no sabe qué hacer para salvar a los suyos. Ante el Elche, el conjunto blanquiazul cayó como más duele. Sin merecerlo. Con dignidad. O al menos así sería si aislásemos todo contexto. Pero la realidad es que son ya 14 partidos sin ganar. Casi tres meses… no hay merecimiento que valga.
Por primera vez en semanas, el Dépor dejó los regalos para después, pero ni siquiera eso fue suficiente para mantener el encuentro igualado. Dominio, agresividad, intención con el balón… y a la primera llegada del Elche, gol. Una falta directa bien ejecutada por Verdú ponía otro encuentro cuesta arriba para un grupo que no se rindió. Lo siguió intentando, como si no pasase nada a pesar de estar ya desangrándose. Tuvo la paciencia para empatar tras una buena jugada que reflejó lo cómodo que se encontraban.
Sin agobiar al rival ni sumar ocasiones a manos llenas, sí daba la sensación de que el cuadro deportivista iba a acabar ganando el encuentro. Por empuje, por Riazor. Los de Pacheta estaban cada vez más atrás y todo era un crescendo que parecía acercarse a su punto culminante. Hasta que apareció Dani Giménez. El meta, que el viernes le pedía a Christian Santos que hablase en el campo, parece últimamente más preocupado de agarrar micrófonos que remates del rival. Málaga, Fuenlabrada, Elche… cuando estás habituado a subir el volumen para señalar a entrenadores y compañeros, debes completarlo con rendimiento sobre el césped. Y el capitán se ha olvidado de la segunda parte del trato.
Tras el penalti transformado por Fidel todo se vino abajo. El segundo puñetazo sin que el Elche apenas hubiera amagado acabó por tumbar a un equipo en el que no hubo reacción. Ni tampoco lo hicieron reaccionar desde la banda. Luis César optó por el hombre por hombre en los cambios, algo habitual en un técnico que ha mostrado su perfil más conservador desde que llegó al cargo. El centro del campo sigue funcionando a medias y el resultado fue Nino convertido en Valerón y Bergantiños asumiendo la responsabilidad de tener que dar el último pase. Quizá haya que tocar algo ahí.
Mujaid y Gaku, cara y cruz
Esa tendencia volvió a confirmarse en la alineación inicial. Con Valín descartado, entre reconvertir a Galán o a Mujaid para el lateral derecho, optó por el central. Y no le salió mal, ya que el canterano completó un buen partido, sobre todo a nivel defensivo, y puede que se convierta en una opción a medio plazo. La cruz fue para Shibasaki, al que Luis César no le encuentra hueco en un equipo anémico de fútbol.