La situación de Guilherme dos Santos, que vive su segunda temporada en el Deportivo, arroja conclusiones contradictorias si atendemos a dos perspectivas diferentes. Por un lado, el futbolista brasileño nunca ha destacado por contar con el beneplácito de la afición, sino más bien al contrario: los casi cinco millones de euros desembolsados por su fichaje no han sido acordes con su rendimiento, que hasta ahora ha dejado más sombras que luces.
Sin embargo, Guilherme se ha ganado la condición de indiscutible, al menos para los tres entrenadores que han pasado por la entidad herculina a lo largo de la temporada. Pepe Mel, Cristóbal Parralo y Clarence Seedorf han dado evidencias de su confianza en el andreense, que ha sido titular siempre que ha estado disponible, es decir, en veintiocho de las treinta y cuatro jornadas disputadas hasta ahora.
En el último partido que se perdió, el pasado fin de semana en San Mamés, el Deportivo realizó uno de sus encuentros más completos del año, especialmente en los primeros 45 minutos, en los que sometió al Athletic y se fue con un 0-2 al descanso. Aquel día, con Guilherme sancionado por acumulación de tarjetas amarillas, Seedorf distribuyó el centro del campo con Pedro Mosquera como pivote, Krohn-Dehli y Celso Borges como interiores y Emre Çolak de enganche.
Sin embargo, la notable actuación coral del Deportivo en el feudo bilbaíno no fue suficiente para que el elenco participante se mantuviese intocable. En el siguiente encuentro, ante el Sevilla, el técnico holandés devolvió a Guilherme al puesto de cinco, modificando el resto de posiciones de la línea central. En ese partido, el brasileño estuvo, en líneas generales, discreto, y el impacto de Mosquera —cuyas cualidades brillan más cuando puede ver el fútbol de cara— se redujo al estar tirado a la banda.
De este modo, en la visita de ayer a Butarque, Seedorf realizó un nuevo movimiento de piezas: devolvió al coruñés al eje de la medular y ubicó a Guilherme como interior derecho, trasladando a Borges a la izquierda. Es decir, la misma línea de tres de San Mamés, con el cambio del centrocampista brasileño en lugar de Krohn-Dehli, lo que aportó mayor solidez al equipo, pero también menoscabó su capacidad de asociación. Guilherme volvió a pasar desapercibido —en un partido en el que ningún jugador destacó especialmente—, tanto en la primera hora de juego en esa posición de interior como en los treinta minutos restantes, en los que ejerció de pivote tras la salida de Mosquera.
El rendimiento del brasileño sigue sin convencer, pero los tres técnicos deportivistas de la temporada han coincidido a la hora de otorgarle los mandos del equipo en pos del equilibrio, independientemente de la gravedad de la situación.