Se marchó del equipo haciendo un guiño a su propio estilo sobre el terreno de juego: con detalles. Haris Medunjanin abandonó ayer el Deportivo tras año y medio como futbolista blanquiazul, una etapa a la que se ya se le intuía fecha de caducidad desde varios meses atrás y que, finalmente, ha encontrado un punto y final en estrecha relación a la próxima renovación de Pedro Mosquera y el consiguiente aumento de sueldo del centrocampista coruñés. Y ahí, en esos juegos malabares con la masa salarial, el acuerdo mutuo de la entidad con el internacional bosnio ha tenido mucho que ver.
Sobre el papel, su salida parece satisfacer a todos: el Deportivo se quita de encima una de las nóminas más elevadas de la plantilla y, a su vez, libera a uno de los jugadores con los que, a tenor de los minutos disputados -solo 180 en Copa del Rey-, no contaba Víctor Sánchez del Amo. Por su parte, el espigado mediocentro de Sarajevo tendrá total libertad para escoger destino. Sin el aliciente añadido que suponía la pelea de Bosnia por disputar su primera Eurocopa, la incógnita radica ahora en saber dónde continuará su ya dilatada trayectoria deportiva.
El adiós de Medunjanin cierra también el debate instalado en torno a la figura del balcánico y a su impacto en el equipo. Para algunos, un genio dado a desaparecer durante determinados momentos del partido. Para otros, un condicionante rotundo por su tendencia a pausar el tempo del juego. El caso es que, para bien o para mal, la hemeroteca guardará para siempre su brillante tanto de falta al Sevilla en el Sánchez Pizjuán y su papel en el Camp Nou en plena pelea por la permanencia durante el último encuentro de la campaña pasada.