Esta es la historia de Gerardo Martínez -madrileño de 21 años- y de 150 niños hindúes que compartieron sonrisa y melodía con Riazor el pasado mes de agosto.
A Coruña. Verano del 2011. El deportivismo renace de sus cenizas desde las profundidades del descenso a Segunda División. Cientos de aficionados llenan a diario la Avenida de La Habana en busca de la aquello que días antes le arrebataron sobre el verdín en el que muchos lloraron y otros tantos se desquiciaron. Como si del más cruel del masoquismo se tratase, hacen cola para recuperar aquello de lo que le han privado. La ilusión. Derecho y privilegio al mismo tiempo.
Una dicotomía muy lejos del superfluo deporte rey. Digamos que incluso a más allá de 10.000 kilómetros de distancia. Viajamos hasta Tiruchirappalli (Trichy), cuarta ciudad más grande del estado de Tamil Nadú con casi 900.000 habitantes. Aprieta el calor en una ciudad “con ocho meses calientes y cuatro más calientes todavía”. Allí aterriza Gerardo Martínez, madrileño de veintiún años, estudiante de arquitectura y deportivista.
«Ves que los problemas que podemos tener en nuestro mundo no son problemas, y sobre todo, que la felicidad no viene por aquello que tienes, sino por aquello que haces.»
Junto a su novia, Beatriz, participará durante un mes en un proyecto de la ONG Fundación Ciudad de la Esperanza y la Alegría para promover la enseñanza y condiciones de vida mínima para niños huérfanos o desfavorecidos. Cinco religiosas se encargan del funcionamiento del orfanato Joachim Anbagam que, con un presupuesto limitado, en ocasiones llega a dar cabida a más de 200 niños y niñas. Poco tiene que ver el deporte rey con todo esto. Nada tiene que ver la industria del fútbol con el panorama del orfanato. Solo un nexo entre Madrid y Trichy; los balones que Gerardo saca de su maleta y que, aquí y el lugar más recóndito del planeta, es capaz de provocar la sonrisa más encorsetada del mundo.
«Son absolutamente felices, con cualquier cosa se divierten, llevan siempre una sonrisa en la cara»
A Coruña, 15 de agosto de 2011. Cientos de deportivistas comentan las buenas sensaciones del Deportivo en el Teresa Herrera pese a perder frente al Sevilla. Horas antes, en el orfanato de Trichy, 150 niños y niñas celebran el Día de la Independencia de la India junto a estos dos madrileños. Es su día grande y lo festejan con danzas, cánticos, teatro y todo un maravilloso espectáculo que se prolonga durante horas. El día a día puede esperar, como si no hubiese mañana.
«La generosidad de estos pequeños era asombrosa, aún no teniendo absolutamente nada, si tenían dos dulces en la mano, te ofrecían uno.
“Le poníamos música, les encantaba bailar, en especial el ‘waka-waka’ de Shakira, dibujaban y cantaban sin parar”. Para Gerardo, su principal misión allí era entretener a aquellos niños, jugar con ellos o simplemente darles un cariño y una evasión de la que estaban privados. Con menos de 10 años, se habían convertido en unos pseudo adultos en su día a día. “Desde los 4 años se duchan, se peinan, se visten, lavan su ropa, limpian su entorno y siempre ayudan en trabajos del orfanato”. Además de todo ello, tienen tiempo para devolverles a estos dos jóvenes un hilo de ilusión y de gratitud. “Si tenían dos dulces en la mano, te ofrecían uno”.
«Hacen encantados las tareas del día a día porque saben que es algo bueno para ellos, algo que les va a hacer fuertes para poder afrontar un futuro bastante incierto»
Envuelto con papel de regalo y sin distancia entre A Coruña y Trichy, sirvieron al deportivismo del último y más humilde ‘dulce’ a través de la cámara de Beatriz y Gerardo. “Era una de los cánticos que más le gustaba. Quizás porque era fácil para ellos, pero todo el día pedían que lo cantáramos”. Como uno más que se sienta cada domingo en General, apunto a título personal. Pero, ¡ojo! con una felicidad absoluta; esa que marca la línea que separa dos mundos divergentes.
Al son del “¡Deportivo alé!”, se estrecha la frontera entre estos niños y los miles de aficionados que durante 23 segundos retrocedieron al pasado mes de agosto. De Riazor a Trichy, miles de deportivistas compartieron un cántico y una sonrisa con 150 niños de la India. Hoy, meses después, unos hablan de rotaciones, destituciones y ascensos. Los otros….Los otros todavía sonríen.