Dos partidos de Liga y uno de Copa han servido para comprobar que la plantilla del Dépor tiene calidad suficiente como para seguir en Primera. El cambio de entrenador le ha dado aire a un equipo que se acercaba al precipicio, pero al igual que ocurría con Mel, aún tiene mucho margen de mejora.
Parralo basa su juego en la presión adelantada y, sobre todo, en el orden táctico. Por fin se percibe que los jugadores saben lo que deben hacer para ganar y prueba de ello es el encuentro ante el Atlético. Es verdad que no se generaron ocasiones claras, pero el rival tampoco lo hizo y sólo ganó gracias a un gigantesco error de Pantilimon. Es una lástima que el gran trabajo colectivo se evaporase de ese modo, con un disparo que cualquier otro guardameta hubiese desviado.
En la portería radica el gran hándicap de esta temporada. Al nuevo míster y a los hombres fuertes del club les molesta que tanto aficionados como periodistas debatan todos los días sobre este polémico asunto, sin embargo los fallos de los arqueros se repiten semana tras semana. Me niego a pensar que el verdadero nivel del rumano es el que estamos viendo, pero es obvio que, en este momento, el Dépor tiene al enemigo en casa. Tanto es así que la vuelta de Rubén se antoja decisiva para poder amarrar puntos como el que se fue a la basura el pasado sábado.
Parece que ese regreso llegará para el viaje a La Rosaleda. En Málaga bajan las aguas revueltas. El próximo rival deportivista se está ahogando con el paso de las semanas, la afición culpa al jeque, los resultados son nefastos y Míchel carga contra el rendimiento de parte de la plantilla. Es el momento preciso para que el Dépor despegue y le de a los andaluces una estocada letal. Quedará mucha Liga por delante, es cierto, pero serían ya cuatro partidos de distancia con el farolillo rojo. Y después, tocará apretar bien el cinturón porque el final de la primera vuelta es de traca, con partidos muy complicados.
El final del artículo es para el Fabril. El fichaje controvertido de Munúa ha dado mucho que hablar en la ciudad. No se critica al uruguayo, pero si se cuestiona la apuesta, una vez más, por un entrenador ajeno a la tierra. El tiempo y los resultados, como ocurrió con Parralo, le darán o le quitarán la razón al club, por ahora catalogamos esta decisión de arriesgada. La conclusión es más que evidente, el Deportivo entiende que, actualmente, el nivel de los entrenadores «caseros» no llega como para hacerse cargo del segundo conjunto blanquiazul.