Natxo González estuvo cerca de llevar al Real Zaragoza a Primera División en la temporada 2017-18. El técnico vitoriano necesitó meses para hallar el modo de hacer carburar al conjunto maño, pero el proceso culminó en una segunda vuelta meteórica, en la que los aragoneses pasaron de estar sumidos en la zona media de la tabla a finalizar la liga en tercera posición.
Una de las claves de la mejoría de su Zaragoza estuvo en el asentamiento y asimilación del 4-3-1-2, sistema que acentuó las cualidades de varios de sus futbolistas y convirtió al exequipo de Natxo en uno de los mejores de la categoría. Su buen funcionamiento propició que el actual preparador del Deportivo aterrizase en A Coruña con la intención de replicar la fórmula del éxito, con tal convicción que la propia confección de la plantilla ha sido realizada en base a dicho esquema.
Hasta el momento, no todas las líneas se han adaptado del mismo modo a los preceptos del nuevo entrenador herculino. Natxo ha conseguido dotar al equipo de cierta estabilidad en defensa, y en ataque cuenta con futbolistas con suficiente calidad para resultar diferenciales. Sin embargo, en el centro del campo las piezas todavía no han terminado de encajar.
Una de las demarcaciones de mayor relevancia en el esquema del Deportivo es la de pivote. El futbolista que actúa en la base del rombo es el encargado de organizar al equipo, con balón y sin él. En fase ofensiva, al observar el escenario de cara, debe ser el que aporte la clarividencia necesaria para saber hacia dónde orientar el ataque y encontrar a compañeros en posiciones ventajosas. En fase defensiva, es el encargado de que la estructura no se resquebraje. Uno de los principales inconvenientes del rombo es la ausencia de extremos, que provoca que sean los interiores los que tengan que marcar al lateral rival, generando a su vez un espacio que el pivote debe cubrir.
La primera apuesta de Natxo para esta posición, en Albacete, fue Álex Bergantiños. El coruñés completó un encuentro notable, si bien en esa demarcación se pierde la movilidad que aporta cuando juega con alguien por detrás. En Almendralejo y en Tenerife fue Pedro Mosquera quien actuó en dicha posición, pero las sensaciones que transmitió no fueron positivas: con frecuencia llegó tarde a las coberturas y con balón se le vio falto de confianza. En la última media hora del encuentro ante los canarios, Natxo optó por ubicar a Vicente Gómez en la base, aunque la inercia del partido, con un Tenerife crecido, dificulta la tarea de sacar conclusiones de su rendimiento como pivote.
Lo que sí muestra esa modificación es que, transcurridas tres jornadas, Natxo González no tiene del todo claro quién debe ser el ancla del Deportivo, lo cual no resulta extraño a estas alturas. La lógica invita a pensar que el paso de las jornadas traerá consigo una mejor asimilación de los automatismos y que el Dépor se asemejará cada más a lo que el vitoriano quiere que sea.