13 años, se dice pronto. Por el 2004, la gente de A Coruña disfrutaba de un equipo acostumbrado a dar espectáculo y plantar clara a los más grandes entre los grandes. Victorias heroicas en Europa que pasarían a la historia de la competición mientras que en España tuteaba al Real Madrid y el Barcelona. Tras conquistar Liga y Copa, el Deportivo puso sus ojos en la máxima competición continental, pero en su camino se encontró al Oporto.
Aquel 21 de abril, el club gallego disputó uno de los partidos más importantes de su historia. El Dépor se había colado entre los 4 mejores equipos del continente tras su gran remontada al Milan en la ronda anterior, acaparando las miradas de toda Europa. En el Estadio do Dragão se intuía un partido tenso, con dos conjuntos con mucho que ganar y que veían la oportunidad de llegar a la gran final como una ocasión única. Esto se tradujo al césped, con 22 jugadores más pendientes de no recibir un gol más que de hacerlo. La seriedad de los lusos se impuso sobre el verde, dominando más el cuero y maniatando a un Deportivo incapaz de crear peligro; sin embargo la mayor posesión de los locales no se tradujo en ocasiones. Llegadas tímidas y escasas de unos y otros en un choque que se jugó sobre todo en el centro del campo, con un Oporto liderado por Deco mientras que en el Deportivo Mauro se encargaba de destruir el juego rival y Valerón de crear el propio.
El colegiado tuvo un papel principal en el partido
La eliminatoria parecía destinada a decidirse en Riazor aunque, pese a no haber goles, en el campo portugués se producieron varios contratiempos para los de Jabo Irureta. El primero de ellos fue la amarilla que vio Mauro Silva, impidiendo que el mediocentro brasileño jugase la vuelta ante su afición. A esta baja habría que sumar la de Jorge Andrade, expulsado en los minutos finales después de una leve y amistosa patada a uno de sus compañeros. Markus Merk, árbitro de aquel encuentro, se erigió como protagonista del duelo al interpretar aquello como una agresión.
Cero a cero y el pase a la final por jugarse aunque con un Deportivo mermado tras perder a dos hombres claves en su esquema para la vuelta. Los dragones, con siete jugadores apercibidos de sanción, pudieron contar con todos sus efectivos para el choque en Riazor pese a la dureza empleada en su campo. Indignación en los más de 5.000 deportivistas que se desplazaron hasta el país vecino, la cual se transformó en tristeza dos semanas más tarde, truncándose el sueño europeo del club coruñés.
Más de una década después, ambos equipos vuelven a verse las caras aunque en una situación totalmente diferente al tratarse de un partido amistoso en el que el Oporto se presentará ante su hinchada. Será el enfrentamiento más complicado del Deportivo en su pretemporada después de finalizar su gira por Galicia. Tras coger ritmo y acoplar el equipo, Pepe Mel podrá hacerse una leve idea del potencial de su plantilla pese a que todavía restan varios fichajes por concretarse. 13 años después, el Deportivo volverá al Estadio do Dragão aunque en una situación muy diferente a la de entonces y con cierta nostalgia de poder soñar lo que un día pudo ser una realidad.