Así nos titula el perfil de Haris Medunjanin el periodista Jesús Domínguez, que lo ha seguido en sus años en Pucela. «Con menos samba pero más plástico que el carioca, Haris Medunjanin también es un tanto díscolo».
Jesús Domínguez es el director de la web más visitada del fútbol vallisoletano, Blanquivioletas. Le hemos pedido que nos trace un perfil sobre el futbolista bosnio, que viene al centro del campo blanquiazul a dotar de calidad y de mando una medular con poca experiencia en la máxima categoría. Éstas son sus palabras sobre Haris.
PERFIL HARIS MEDUNJANIN:
El Djalminha de Los Balcanes
Con menos samba pero más plástico que el carioca, Haris Medunjanin también es un tanto díscolo, lo que no le impide mostrar, en ocasiones, una calidad pocas veces vista en Zorrilla en lo que va de siglo
Djalma Feitosa Dias era un tipo particular. Con carácter y apetencias esporádicas sobre el juego. Vaya, que unos días le apetecía y otros no, y encima cuando era que no, dolía. Si no, que se lo pregunten a Jabo Irureta, a quien quizá no hizo daño físico con su cabezazo, pero, desde luego, sí lo hizo en su imagen y orgullo.
Haris Medunjanin no baila samba ni proviene de una favela de São Paulo, pero, a su manera, tiene también algo de genio y de figura. De lo primero pudo dar cuenta el hoy entrenador del Levante, José Luis Mendilibar, en una de tantas discusiones que tuvo con el bosnio por la titularidad en el Real Valladolid.
Internacional sub 21 con Holanda, Haris llegó a Zorrilla a prueba, procedente del AZ Alkmaar. Dio una exhibición en un amistoso en El Madrigal y nadie dudó: había que ficharlo. Con él, llegaron un tío que se hacía llamar Pelé, Manucho y su promesa de los cuarenta goles, otra promesa, Alberto Bueno… y todos se las prometieron muy felices. Se les olvidó que a Mendilibar no le gustaban los funambulistas, sino que era más amigo de los gladiadores, y ellos no lo eran.
Medunjanin cayó con buen pie a orillas del Pisuerga. Los ecos de su partido contra el Villarreal resonaron con la misma fuerza que sus «aquí estoy yo» cada vez que jugaba, con una curiosa y dolorosa salvedad: cuando era titular no rendía. Como en su día Guti –otro genio polémico-, parecía más un resulsivo que un hombre en el que confiar durante noventa minutos.
Además, existían serias dudas fundadas con su posición; sobre si era mediapunta, si rendía mejor en banda o si era mediocentro, como él creía. Sucede que Holanda no es España, y que aquí se le exigía más. Y más, Mendi. Y, dada su apatía… Pero no evitaron estas cuestiones que se hiciera con su nicho de cariño en la grada de un frío Zorrilla.
En cierto modo, no era para menos. La calidad de su zurda no ha tenido parangón en los últimos tiempos en casi ningún jugador de los tantísimos que han vestido la blanquivioleta. A balón parado era un puñal, botando el esférico hacia otros o bien por medio de un disparo directo. Desde lejos, sus lanzamientos iban fuertes y bien colocados, lo que le permitió marcar varios goles de bella factura. Y además tenía –y tiene- una técnica y una visión de juego que le permitían deshacerse de rivales con suma facilidad y dejar a sus compañeros en posición franca para el gol.
Es aquí donde se puede establecer otro paralelismo con el bueno de Djalminha. Su radio de actuación está más retrasado que el del carioca, pues le gusta participar en la creación desde la base, aunque en el fondo su fútbol no se diferencia mucho. Quizá en eso y en el gol. Y en que su regate es más plástico, aterciopelado, menos vertiginoso y fruto de la samba. «Menos samba e mais trabalhar» fue la premisa que más escuchó en su etapa en Pucela, algo menos con Onésimo; mucho más con Javier Clemente. Por eso, o por lo que fuera, ninguno de los tres técnicos que tuvo logró sacarle el rendimiento deseado, lo que no exime de una certeza: es un genio.
Acabó pitado e insultado contra el mismo rival ante el que nació su figura, pero esta vez en casa. Terminó haciendo gestitos e incendiando a una afición que no era capaz de digerir otra seguridad: el equipo se iba de cabeza a ‘La B’, a donde, pese a Clemente, se fue.
El adiós, con el descenso, era esperado para muchos. Triste, aunque lógico. El amor fue breve, pero intenso. La explicación, perfectamente podría sacarse de esa gran verdad de David Trueba en ‘Saber perder’: «Puede que fuéramos demasiado jóvenes, no sé, o fue culpa de esa sensación absurda de que si encuentras a la mujer de tu vida con veinte años, lo mejor es huir».
Probablemente Haris fuera demasiado joven para el Real Valladolid. Probablemente Zorrilla no fuera tan ‘suelta’ como su nombre indica, pues, al final, su nombre es por el escritor, no por… en fin, que no era su momento. Han pasado los años, así que debería haber madurado. Si es así, Riazor disfrutará, pues es bastante posible que no haya conocido una zurda mejor desde Djalma Feitosa Dias.