Con la supervivencia del club como telón de fondo y el equipo aupado al liderato tras la primera vuelta, la figura de Vázquez vuelve a copar el Alta Definición de A. Calviño una semana más.
Nunca me gustó Vázquez, Fernando. Jamás. En el Compostela no aguantaba sus carreritas y tampoco valoraba en justa medida sus méritos puramente deportivos. Hasta nos reíamos de un amigo que lo tenía entre sus ídolos, aunque he de decir que para él compartía –y aún lo hace- pedestal con Caneda y Popov y así, claro, era mucho más complicado tomarlo en serio. Tanto a Vázquez como a mi amigo. Cuando se fue a entrenar al Celta -Vázquez, no mi amigo- parecía evidente que el asunto no iba a mejorar. Un tipo de esos que no te gustan, sin más, aún siendo de la tierra, aún con ese aire Arsenio tan gallego, esa forma tan honrada, honesta y sincera de decir las cosas, ese tono naif en todo su proceder. Empecé a cogerle algo más de cariño por las veces que, públicamente, dejaba entrever –o lo hacían por él- que su equipo y el de su familia era el Dépor. Pero ni aún así, ni por esas. Cero. Incluso, o sobre todo, comentando partidos en la televisión me resultaba odioso; al menos en cierto punto. No podía verlo; u oírlo, en este caso. Me consta que no era el único, aunque ya saben aquello de “mal de muchos…”
Por eso, cuando Domingos Paciencia volvió por donde vino –dejando muy poco a su favor, perdiendo el Deportivo un tiempo precioso- y Lendoiro anunció a Vázquez, no fui el hombre más feliz del mundo aun sabiendo que al poco de colgar el teléfono estaba ya como un niño ilusionado preparando la maleta para venirse. Creo que muchos no lo fueron. Sin embargo, pasaban las horas y quería ver esperanza, quería algo a lo que agarrarme, a lo que agarrarnos. En pleno temporal, cualquier cornisa te parecía un palacio, cualquier madera te valía en medio del océano. Así, con el vaso siempre medio lleno, lo escribí en su momento. A peor no podíamos ir, claro. Y, contra todo pronóstico, ¡vaya si mejoramos! Pasaron los partidos y todos, o casi todos, estábamos subiendo al cielo con Fernando, tal que así Rendidos a él. A punto estuve de escribir “De cómo Fernando Vázquez me calló la boca y ahora lo amo, poemario ilustrado”, pero me parecía excesivo. Quizás no lo fuera. Quizás lo amamos siempre, y no lo sabíamos.
No admite ningún quizás que ahora sí lo amamos. Debemos hacerlo. Tal vez mañana no, tal vez mañana más, pero en este momento es el corazón de este Deportivo. Y sus pulmones, su cerebro… Fernando traspuesto en órganos vitales de un club que llora. Iba a escribir de Culio, o de cómo es posible que sigamos líderes y aún ampliando la ventaja, quizás este lío insufrible institucional, de este sin vivir que supone no saber si la temporada que viene estarás compitiendo, de todo este miedo… Podía escribir de cualquier cosa, pero nadie lo merece más que Vázquez, chamán de Castrofeito. Un tipo que merece miles de letras, cientos de artículos, millones de besos. Un tipo al que quiero mantear, abrazar, llevármelo de copas, hablar de fútbol durante horas… Un tipo que me ha ganado. Por sus actos le conocerás. Y él no se cansa de hacer y hacer, de dar la cara y trabajar por encima de todo, ante todos. Un tipo que es el DEPORTIVO. Y cuando más necesita (mos) que alguien lo sea. Fernando I El Imperturbable, si fuera rey, que ya lo es aun sin corona. Imposible resulta cuantificar cuánto está haciendo el pequeño mago por el Deportivo. Cuánto le debemos se sabrá con el tiempo.
No hay que olvidar el objetivo con el que se partía cuando se preparaban los chavales en Monforte: formar futbolistas de casa, que el horizonte se juntara, por fin y tras años de promesas, con la cantera y no pasar apuros. Si acaso, con algo de seurte, luchar por alguna plaza en los playoffs. Sin embargo, consumida la primera vuelta, el Dépor va líder a más de un partido de distancia del tercer clasificado. Coño, ni tan mal. Y eso es mérito de Vázquez y, por qué no decirlo llana y finamente, de los huevos de unos chavales que portan con dignidad y orgullo un escudo en el pecho con el que muchos quieren jugar.
Mérito de Vázquez ser lo único imperturbable, sólido, de este club. ¿Hay que vender a Culio? Lo que diga Vázquez. ¿Se traen refuerzos? Lo que diga el míster. ¿Los candidatos a la presidencia no tienen clara su postura en la parcela deportiva? Se descarga en Vázquez y no pasa nada. No me cuesta nada imaginarlos pidiéndole consejo para elegir corbata o hasta a Hacienda preguntándole en próximas fechas: “Oiga, señor Vázquez, ¿ejecutamos ya los embargos o esperamos un poco a ver qué pasa? Quedamos a su disposición”.
Algún día se irá y ahí valoraremos, todavía más y en perspectiva, todo lo que ha significado para este club, si merece una estatua o más loas que aquél que ganó la liga. El movimiento se demuestra andando y la valentía en estos momentos de desasosiego, descontrol y penurias. Héroe moderno, hombre de club, guardián de una afición que sufre.
En cierto modo, y entiéndanme, no me importará si acabamos décimos. No me importará a quién pongas, Fernando, o si te dan ataques de entrenador o haces cambios extraños. Me da igual. Gracias. Simplemente gracias por ser el Deportivo. Gracias por ser el Deportivo cuando todo se derrumba y tú y tu tropa fiel sois lo único que lo mantiene pegado a su hinchada, que es lo más importante que un club puede decir de sí mismo. Gracias, Fernando.
Firmado: un ateo arrepentido, un creyente más.