En la temporada 2007-2008, el Deportivo se cruza con el Valladolid en Riazor. Cinco puntos por debajo del descenso y con problemas internos en la plantilla, Miguel Ángel Lotina decide cambiar su táctica e imponer la defensa de cinco hombres.
Primera División. Jornada 21 del campeonato nacional de Liga. El Deportivo, penúltimo clasificado y a cinco puntos de la salvación, recibe al Valladolid en Riazor. La victoria es obligatoria para los locales, unos futbolistas que no saben lo que es ganar frente a su público en los últimos cuatro meses y medio de competición. 133 días sin regalarle un triunfo a su afición.
No es, además, un año positivo en el foro interno del club herculino. Los porteros del primer equipo, Aouate y Munúa, se pelean en el vestuario y son apartados de la plantilla; Fabricio y Manu suben desde el Fabril para ocupar sus puestos. Dos derrotas más desde entonces, frente al Villarreal y al Almería, parecen hundir un barco a la deriva.
Llegamos al día clave. 27 de enero del año 2008. Miguel Ángel Lotina, jugándose la continuidad al frente del banquillo blanquiazul, decide dar un cambio radical de timón y propone una defensa de cinco hombres. Emulando al gran Arsenio Iglesias. Esta permuta, a priori conservadora, dotará al equipo de un carácter más ofensivo. Fabricio ocupará la portería. Manuel Pablo y Filipe Luis, respaldados por el trío Lopo–Pablo Amo–Coloccini, serán unos carrileros más agresivos y tendrán más libertad para atacar. En el centro del campo, De Guzmán ejercerá de pulmón y Sergio será el organizador del juego, la cabeza pensante. En los costados Juan Rodríguez y Guardado tendrán que ayudar en el aspecto goleador al único delantero alineado, el batallador Xisco.
El partido se pone de cara en los primeros minutos. A la salida de un córner, Lopo –que regresaba de una lesión- aprovecha un revuelo en el área para marcar y otorgar entusiasmo a un equipo y a una afición que se resistía a caer al infierno de Segunda. El equipo gallego en defensa es impecable, con las ideas claras, sin errores y con la garra e intensidad que se le reclamaba durante la temporada. Con 1-0 se llega al descanso. Tras los 15 minutos de rigor, el Deportivo vuelve a salir plenamente concentrado y oportunista en ataque. Centro de Manuel Pablo, remate de Guardado desde la izquierda y el balón suelto lo caza Xisco para distanciarse en el marcador. El mexicano sentencia pocos minutos después y Víctor –siempre Víctor- maquilla para el Valladolid el definitivo 3-1.
Aouate; Manuel Pablo, Lopo, Pablo Amo, Coloccini, Filipe; Sergio, De Guzmán; Wilhelmsson, Lafita; Xisco. Nace un nuevo once para la historia deportivista.
Es el comienzo de algo grande. El inicio de una remontada que acaba en Europa. Un equipo hundido en el descenso, con la moral por los suelos, consigue enderezar su rumbo y terminar el curso en puestos europeos. Espanyol, Sevilla, Real Madrid, Athletic, Osasuna, Barcelona… ninguno es capaz de encontrarle fisuras al 5-2-2-1 implantado por su técnico. El Deportivo se convierte entonces en el tercer mejor conjunto de la segunda vuelta tras los dos grandes, las plantillas dirigidas por Schuster y Rijkaard. Lesiones, fichajes, perdones… trastocan ese primer once inicial que Miguel Ángel Lotina plantea contra el Valladolid en Riazor, aunque sin perder su esencia. Aouate ocupa la portería, Cristian Wilhelmsson demuestra su alto nivel en la banda derecha mientras que Lafita maravilla en la izquierda. Un once que, como otros a lo largo de la historia herculina, los aficionados conocían de memoria.
El próximo domingo ambos equipos, blanquiazules y blanquivioletas, vuelven a enfrentarse en uno de los duelos más importantes de los últimos años para el deportivismo. El ascenso está a un paso, siete jornadas faltan para cumplir el sueño. De ellos depende ser de Primera. De ellos y de la afición, que si no falló en ese momento crucial -acompañando al bus desde el hotel hasta el estadio-, tampoco lo hará ahora.