Sigue la nueva sección de Riazor.org. En ella destacaremos un futbolista de la plantilla a la que se enfrente el Dépor esa jornada. Es el turno del Messi rumano.
Hay un Messi turco, un Messi canadiense, un Messi nigeriano y tantos otros Messis. Gabriel Torje (Timisoara, 1989) es el Messi rumano. Se le puso esa etiqueta al poco de fichar por el Dinamo de Bucarest, en 2007 y por casi 3 millones de euros, no solo por ser el referente de la última hornada rumana, sino también por el parecido de su juego con el del fuera de serie de Rosario. Sus 1,67 no le daban muchas alternativas, así que Gabriel Torje decidió convertirse en el típico segundo delantero rápido y habilidoso, que puede adaptarse con éxito a la banda. Muy ágil en el manejo del balón y con buen manejo de ambos pies, Torje, aunque él nunca lo quiso, fue consolidando su apodo. Porque él tenía ideas cuando tenía el balón en sus botas que sus compañeros no tenían.
Fue creciendo a orillas del Dambovita hasta convertirse en el mejor jugador de la liga rumana. Siempre con ese mote, con las facilidades y las dificultades que ello le ha supuesto. Porque ese marketing le ha situado en el punto de mira de los clubes referentes del Viejo Continente. Sonó con fuerza para distintos equipos hasta que, en verano de 2011, el Udinese le compró. Para sustituir a Alexis Sánchez, que había firmado por el Barcelona. El reto era mayúsculo, y toda publicidad tiene su cara B. Las expectativas eran muy altas, y Torje no supo cumplirlas. Ya no valía con una bicicleta por aquí, un caño por allá o con los destellos con los que los periodistas contaban quedar deslumbrados en los entrenamientos. Pero a la hinchada eso no le valía, necesitaba ver esa magia transformada en productividad durante los novanta minuti. Y según pasaban los partidos, los Zebrette iban perdiendo la esperanza.
Así que llegó verano de 2012 y, en una maniobra muy habitual, Giampaolo Pozzo se lo cedió a Enrique Pina, pensando que el fútbol español podía encajar con sus cualidades. Ésas que nadie duda que tiene, pero ésas que no lograba demostrar sobre el césped con cierta constancia. Anquela apostó por él desde el principio. Parece difícil no hacerlo, si en los entrenamientos sigue siendo un manantial de genialidades. Pero en Los Cármenes solo ven pinceladas.