Sigue la nueva sección de Riazor.org. En ella destacaremos un futbolista de la plantilla a la que se enfrente el Dépor esa jornada. No tiene por qué ser el mejor, tampoco el más guapo ni el más rico.
El fútbol necesita a este tipo de jugadores. Me tomo el lujo de hacer esta afirmación. Son la estirpe de los Sancho Panza, de los fieles escuderos que guarecen al caballero. Dispuestos a pelear cualquier balón contra el enemigo más grande con tal de poder dar ventaja a su compañero, dispuestos a partirse la cara en cada disputa, en cada balón dividido. Hacen más bueno al que ya es bueno al dejar agotado a su oponente. Le allana el camino, le da libertad.
Nelson Antonio Haedo Valdez (Paraguay, 28/11/1983) es un ejemplo de este prototipo de jugador. Trabajador incansable, nunca recula nunca se achica. Su hábitat son las profundidades del juego, donde el protagonista se encuentra más cómodo. Son los futbolistas más cuestionados cuando las cosas van mal, pero a la vez los más queridos por sus entrenadores conscientes de la necesidad de tener un púgil así en sus filas. En su bando.
Quizás Bebeto no dejase tanta huella en A Coruña de no tener al lado a Claudio Barragán. Quizás Falcao es más delantero ahora con la figura de Diego Costa a su vera. Quizás Messi tenga también mucho que agradecer en estos momentos a hombres como Pedrito o Alexis, que hacen el trabajo sucio y de roce.
Como tantos otros futbolistas sudamericanos, Nelson Valdez emigró de Paraguay buscando una oportunidad en Europa. Alemania fue su destino y Bremen la ciudad que lo recibiría con los brazos abiertos. Tras destacar en el segundo equipo del Werder, Thomas Schaaf le abre las puertas de la primera plantilla en la temporada 2002-2003. Y a la siguiente, ya con el atacante participando en 23 partidos (5 goles), los Werderaner se proclaman campeones de Liga 11 años después de haber celebrado el último entorchado. Aquel año, el brasileño Aílton, un Rey Midas pasado de peso que cada balón que tocaba convertía en gol, fue el máximo artillero de la Bundesliga. Bien sabe a quién darle las gracias.
Fueron cuatro años en el primer equipo del Werder Bremen, donde coincidió con otros delanteros como Charisteas, Klasnic y Klose que también pueden dar fe de la labor infatigable del atacante guaraní. Firmó con el Borussia Dortmund donde alimentaría la sed goleadora del suizo Frey, del croata Petric o de su compatriota Lucas Barrios.
Por fin aterrizó en España, de la mano del Hércules. Y cuando parecía que iba a ser su oportunidad para ser el nueve referencia, el delantero por el que otros se pegasen, el líder de la camada, llegó David Trezeguet. La estrella francesa le quitó el protagonismo principal a Valdez, que veía como nuevamente las rosas le caían cerca. Pero no eran para él. De Alicante a Valencia, previa parada por el frío de Rusia: el Rubin Kazan. Sin sobresalir, su entrega volvió a ser seña de identidad. En la capital del Turia, Roberto Soldado también sabe quién es su Sancho Panza particular.
Martí Perarnau definía de esta forma tan simple el futbol de ataque del Barça: “El equipo se divide en dos: los de fuera corren, pelean y se desgastan; los de dentro, diseñan, crean y ejecutan”. Está claro en qué grupo se encontraría Nelson Haedo Valdez.