Fernando Vázquez ha resucitado al Deportivo en tres semanas gracias a su capacidad para leer lo que necesitaba la afición blanquiazul, su destreza como entrenador y, sobre todo, su tremenda inteligencia. No se cansa de repetir que no es ningún mago. Que no tiene varita. Y sin embargo sus trucos mentales están funcionando a la perfección con una plantilla que hasta hace nada dudaba hasta de su familia.
El de Castrofeito entró con dos premisas básicas: Primero, no mirar la clasificación y tratar la segunda vuelta como un campeonato en el que hay que ganar 12 partidos. Segundo, centrar todos sus esfuerzos y sus comparecencias públicas en la defensa. No importaba nada más. Defender bien y ser sólidos, «que seamos un boxeador al que ni le toquen la nariz». Esto último se cumple y, lo más importante, está permitiendo ver al Dépor más lógico en ataque en lo que va de temporada.
El Cádiz puede dar buena cuenta de ello. El que era líder hasta pasar por Riazor planteó el encuentro como siempre. Esperando el fallo del rival para salir a la contra. Un fallo que nunca llegó. Un fallo que evitaron jugadores que llevaban toda la Liga regalando balones al contrario. Fernando les ha dado las herramientas que sus predecesores no fueron capaces. No se trata de pensar, se trata de actuar. Los Peru, Gaku, Aketxe y compañía están ahora en disposición de hacer lo que mejor saben y no intentar algo para lo que no están preparados. En automático. Sin dudas.
Porque más allá de la solidez mostrada para proteger a un Dani Giménez que ni siquiera tuvo que intervenir, el gol que decantó el encuentro fue de una autoridad impropia del penúltimo clasificado. Paciencia y precisión ante un rival encerrado para encontrar el hueco justo. Gaku movió a toda la zaga amarilla hacia la derecha para ponerle el balón a Sabin hacia la izquierda y que no fallase. Y esa fue la única que se culminó, pero el conjunto blanquiazul rondó el área andaluza en muchas ocasiones, plantándose en la frontal con el balón controlado con una facilidad poco vista hasta el momento.
Una muralla y un ariete
Obviamente, no se trata de pasar por alto el trabajo de Vázquez en la retaguardia. Ahí, como en la fase ofensiva, el técnico también ha puesto a sus jugadores en la mejor posición para cumplir. Sólo así se explica que el líder no fuera capaz de disparar a portería en los 25 minutos que faltaban tras el tanto herculino. Como apenas lo hizo el Racing el jueves a pesar de jugar más de media hora con superioridad. Los zagueros saben que deben limitarse a ejecutar bien, porque su técnico ya los habrá colocado en el lugar que deben estar.
A todo esto hay que sumarle el oxígeno que da tener por fin un delantero con el que cualquiera estaría tranquilo yendo a la guerra. Más allá de su acierto ante la portería rival, Sabin Merino ha demostrado en sus dos primeros partidos con la blanquiazul que es un punta con alma de central. No le importa cuántas veces ni con cuántos tenga que pelearse por cada pelota que pasa por su zona, algo que debe valorarse tanto como sus goles.