El 14 de mayo de 1994, el SúperDépor de Arsenio Iglesias se jugó una Liga desde los 11 metros y en el descuento del último partido de la temporada que se había ganado a base de humildad y trabajo. La moneda cayó por el lado de la cruz.
Han pasado ya 18 años de una fecha muy significativa y recordada por el deportivismo y también por el fútbol nacional, el 14 de mayo de 1994. Uno de los momentos más trágicos de la historia reciente del club más laureado de Galicia. Toda España observó aquella aciaga noche con detenimiento cómo el defensor Miroslav Djukic fallaba el penalti que cerca del final de partido había provocado Nando en una internada por la izquierda. Gran parte del país se derrumbó, lloró y acompañó en la tristeza a unos seguidores blanquiazules que veían cómo se le escapaba nada más y nada menos que una Liga.
Arsenio Iglesias, el ‘Zorro de Arteixo’, había formado un equipo humilde, trabajador y muy generoso los unos con los otros. Cada jugador corría y se dejaba la piel por el compañero que tenía al lado. Un grupo, un bloque, sustentado por tres pilares, uno en cada línea del campo: Djukic en defensa, Mauro Silva en la zona ancha y Bebeto donde quisiese, aunque principalmente como matador. No estaban, sin embargo, solos en la lucha. Liaño, López Rekarte, Voro, Nando, Aldana, Donato, Ribera, Claudio, Fran… auparon a su equipo a la primera posición hasta la última jornada de Liga.
El Valencia visitaba Riazor con pocas opciones incluso de entrar en la Copa de la UEFA –dependía de dos enfrentamientos-, pero con una prima cuantiosa por parte del Barcelona de Johan Cruyff. Un dinero reconocido años después por los jugadores chés, un dinero amargo para algunos que tenían amigos entre la plantilla coruñesa y más dulce para otros. Como para González, el suplente en la portería de Sempere durante toda la temporada.
Minuto 90. 0-0 en el marcador. Con la victoria por 5-2 del Barça al Sevilla en el Camp Nou, al Dépor no le sirve el empate. El balón le llega a Nando en el vértice del área, se introduce en ella y allí Serer –amigo del lateral zurdo valenciano- le derriba. El corazón de Coruña, se vuelve sensible. Donato no está en el terreno de juego, por lo que el líbero Miroslav Djukic asume la responsabilidad.
Once metros separan la gloria del fracaso. Djukic y González frente a frente. El serbio lanza mordido y el portero atrapa el balón. Puño al aire, el guardameta celebra un fajo de billetes que ahoga una ilusión de una ciudad rendida a sus héroes. Rabia, impotencia y finalmente, lágrimas. La historia sigue, aunque ese es otro capítulo.