El pasado viernes muchos deportivistas nos levantamos con la noticia del regreso de Javier Arizmendi al Dépor. Alfonso Núñez nos habla de un hombre al que conoce bien de sus años en Getafe.
El pasado viernes muchos deportivistas nos levantamos con la noticia del regreso de Javier Arizmendi al Dépor. Dentro de la catarata de nombres que habían sonado para reforzar al equipo, el del madrileño no había aparecido en todo el verano.
Con el paso de los días, la sensación que despierta este fichaje va mutando, al menos en mi caso. De la sorpresa inicial, muchos pasamos a recordar la trayectoria de Arizmendi como blanquiazul. Dos temporadas más que aceptables que le sirvieron para dar el salto a la selección española absoluta y fichar por el Valencia. Arizmendi llegó a la plantilla herculina en la dura transición que supuso pasar de jugar la Champions League a moverse por la zona media baja de la tabla.
En Zaragoza se mantuvo dos temporadas, la primera de ellas en Segunda División y a un gran nivel, antes de recalar en el Getafe. Allí repitió sensaciones similares a las de Valencia, aunque con un contrato de seis temporadas a razón de 750.000 euros. La dura competencia y una falta de confianza alarmante iniciaron una vertiginosa caída del Arizmendi futbolista. Las críticas de la afición tampoco ayudaron a que su situación mejorara, y una traumática cesión al Neuchatel, equipo suizo dirigido por un presidente que llegó a amenazar a los futbolistas en pleno vestuario, terminó de lastrar al jugador madrileño.
Ahora llega a A Coruña sabiendo que se enfrenta a su última gran oportunidad. Rescindió su contrato con el equipo azulón perdiendo dinero y ya demostró en Zaragoza ser un jugador válido para la Liga Adelante. No digo con esto que Arizmendi vaya a ser el abanderado del nuevo Dépor, pero tampoco se puede lapidar a un futbolista antes de llegar.
No lo ha pasado bien en los últimos años, pero estoy convencido de que Riazor y el Dépor pueden ser el antídoto perfecto para ver de nuevo la mejor versión de Javier Arizmendi.