El Deportivo dio un paso de gigante hacia la permanencia con su triunfo en Elche. Pero, fruto de la desesperación, como todo lo bueno que le ha ocurrido al equipo blanquiazul esta temporada, comenzó a tomar impulso unos días antes. Fernando Vázquez tuvo que arriesgar ante el Rayo tras verse 0-2 en el marcador y en medio de la tempestad decidió agarrarse a Uche Agbo. El nigeriano, anclado en el centro del campo, ha estado muy por encima de compañeros y rivales en el último partido y medio y da la sensación de que si se mantiene sano, el cuadro herculino no pasará apuros en lo que queda de curso.
Uche Agbo llegó al Dépor en enero en baja forma y sus primeros encuentros fueron motivo de mofa por esta vorágine del fútbol en la que no hay término medio. O Balón de Oro o exfutbolista. No hay espacio para ese margen gris que es tan grande como el campo que abarca nuestro protagonista. El parón por el coronavirus le ha dado la opción de que su evidente mejora y la bajada del ritmo de los partidos se hayan encontrado a medio camino. Y ahí aparece un centrocampista de los que escasean hoy en día. Porque Uche es mediocentro. Sin apellidos. Ni ofensivo, no defensivo. Mediocentro.
Lejos de sentirse aislado jugando como único pivote, el africano está consiguiendo juntar al Deportivo más de lo que nunca lo ha estado este curso. Agbo es ahora mismo un planeta alrededor del que orbitan sus compañeros de forma organizada. Siempre es el primero en acudir a la ayuda. Siempre es el primero en ofrecerse para el pase. Le da sentido a todo con su notable lectura de juego y sólo le falta elevar ligeramente su velocidad a la hora de decidir.
El equipo sabe que tiene un punto fijo y para los rivales es extremadamente difícil escapar a su campo gravitatorio. Al nigeriano sólo se le ve sufrir algo en las transiciones, porque cuando la circulación se ralentiza lo más mínimo, es imposible escapar a su físico de coloso.
Papá Bergantiños
Comentábamos hace unos días la bisoñez en algunos de los jugadores más importantes del Deportivo, con los pros y los contras que eso conlleva. Mujaid y Montero, dos de esos ‘niños’, se habían sentido desprotegidos desde la lesión de Somma, esa figura paternal tan necesaria para llevar a los jóvenes por buen camino. La lesión de Peru hizo que Fernando Vázquez por fin apostara por Álex Bergantiños y el resultado fue impecable. El capitán quizá ya no esté para apagar todos los fuegos en la medular y ni mucho menos para repartir juego, pero su capacidad de concentración, sobriedad y liderazgo lo convierten en un líbero extremadamente útil. Sobre todo si tiene a su disposición dos perros de presa como el riojano y el andaluz, que vuelven a tener el colmillo afilado.
Papá Bergantiños mejora al equipo en el eje de la defensa y desde ahí eleva su propio rendimiento con la pelota sin la presión ni el tráfico del centro del campo. Su salida de balón, con Uche como socio, establece una tierra firme sobre la que el Dépor debe crecer y, desde ahí, activar la electricidad de otros jóvenes como un Hugo Vallejo que ya no quiere bajarse de la moto.