Hay paredes y estanterías que hablan de cada persona, de sus vivencias. Y ocurre que, a menudo, estas historias tienden a pasar desapercibidas cuanto más cerca se encuentran de tu casa. En A Gaiteira, el taller mecánico de Manolo es un clásico del barrio, un negocio que siempre estuvo ahí. Al menos, para los integrantes de mi generación. Quizá por ello me sorprendí hace unos meses cuando entré al establecimiento por primera vez y me encontré un pequeño museo del Deportivo en cada esquina del local. Y es que entre llaves inglesas, neumáticos y latas de aceite, un rosario de cuadros del equipo blanquiazul da la bienvenida al cliente.
Como miembro de la Peña de la zona, Manolo viajó a lo largo y ancho de la Península para apoyar al club. Y lo hizo en momentos clave de su historia, como el tramo final de la temporada 93/94, con los coruñeses jugándose un título de Liga que al final recaló en las vitrinas del Barcelona. Sin embargo, la emoción previa nunca se fue. No la de la penúltima jornada en Logroño. Porque para Manolo, hablar de viajes supone hacerlo casi de uno en concreto: el de los más de veinte autobuses que partieron de A Coruña para ver al conjunto de Arsenio Iglesias en Las Gaunas.
«Salimos desde A Gaiteira y llegamos a estar en las primeras páginas de la prensa», rememora nuestro protagonista. «Recuerdo que solo por llevar la camiseta del Deportivo ya nos dejaban entrar en las discotecas por la noche, y las señoras que vivían en Logroño nos paraban por la calle, alguna de ellas por ser de ascendencia gallega. Nos apreciaban un montón. Y al irnos de allí ya de vuelta a casa, la gente nos aplaudió por el desplazamiento que habíamos hecho«, detalla Manolo. Valía la pena, a su juicio, pese a que como él mismo reconoció «a veces llegaba sin dormir al taller tras estar fuera todo el fin de semana».
Fue precisamente lo que le sucedió durante su estancia en Madrid un año más tarde, con la escuadra gallega buscando revolverse contra su pasado y ganar al Valencia la final de Copa. El diluvio vivido aquella noche en el Santiago Bernabéu no solo dilató la consecución del choque, sino que también privó a Manolo de ver al Deportivo rematando la faena días después. «Toda la ropa que llevábamos en los bajos del autocar quedó empapada», explica entre risas. Al instante aflora la nostalgia de otra época: «Aldana, López Rekarte, Voro… Parecía que ya venían de vuelta o eran descartes, como pasó luego con Valerón y el Atlético. Pero trabajaban mucho«.
Más alegría se desprende de su semblante al mencionarse el Centenariazo. Él no pudo estar allí, pero lo vivió hasta el último minuto y la proeza todavía le saca una sonrisa pícara. Especialmente, al hacer hincapié en cuál era el pronóstico general de los medios informativos y los espectadores en los días anteriores al duelo. «Según me contaron algunas personas que estaban allí, el Real Madrid ya tenía preparados los manteles en el restaurante y los tuvieron que cambiar para el Deportivo«, detalla. Mucho ha cambiado desde entonces. También los objetivos de la entidad. Con el Granada – Espanyol en la televisión del bar, una conocida de Manolo pasa a su lado y le comenta: «¡O ganamos al Levante o nos vamos a Segunda!». Él se ríe, y al rato reflexiona: «Este año nos salvamos. Sí, sí».