El Deportivo se enfrentará mañana al Athletic con prematuras urgencias en cuanto a puntuación y el debate continuo que provocan los esquemas de José Luis Oltra, míster blanquiazul.
Fue en San Mamés la última vez que el Deportivo ganó fuera de casa en Primera División. Adrián, náufrago aislado en las proximidades del área bilbaína, cazó dos veces a ‘Wilson’ y el conjunto deportivista se llevó el triunfo de manera rácana, en lo que venía a ser -salvando los últimos encuentros en pos de eludir el descenso- tónica habitual de aquel año y el anterior lejos de Riazor: diez hombres por detrás de mediocampo, tres o cuatro llegadas al área rival por encuentro y encomendarse a la Virgen de los Colgados del Larguero. Días de contención defensiva y coberturas infinitas, eficacia ocasional y botín exagerado, pero también de una desquiciante inoperancia ofensiva, de sopor absoluto y de un equipo tan replegado que terminaba por chocar consigo mismo.
Era el equipo del tedio, del castigo al aficionado. Uno se imagina a veces que Alex DeLarge habría quedado más trastornado todavía si hubiese sido torturado con los partidos como visitante del Deportivo 2010/2011 en bucle infinito y no con aquellas secuencias perturbadoras destinadas a lavarle el cerebro. Porque ver al Deportivo fuera de casa –y muchas veces también en Riazor- se convertía en eso, en una tortura que terminaron por aguantar tan solo los más acérrimos deportivistas. Y ni siquiera era un método resultadista, pues el equipo descendió esa temporada. Puestos a bajar de categoría, que sea bonito al menos.
Salvando Real Madrid y Barcelona, cuesta imaginar un choque de esta campaña en el que el Deportivo haya merecido una severa derrota o, al menos, no haya creado tantas o más ocasiones que el equipo contrario. Sin embargo, aludir a la mala suerte como causa de todos los males de este Deportivo sería, más que inexacto, cosa de necios. Así que, aunque el equipo transmita buenas sensaciones en determinados aspectos, la posición en la tabla indica que falta mucho camino por recorrer pese a ciertos signos que señalan una línea ascendente. La ruleta rusa que supone el planteamiento de José Luis Oltra necesita de más fiabilidad, lo que es una contradicción en sí misma, por lo que algún tramo de la ecuación falla. Si diversas situaciones y factores se hubieran dado de cara, el debate sería tenue o inexistente, pero la imposiblidad de control sobre éstos hace imperantemente necesaria la búsqueda de un equilibrio entre lo suicida del esquema y su rentabilidad. Además, factor suerte presente o no, la mayoría de encuentros se deciden en los pequeños detalles y ahí, este Deportivo, se encuentra en estado precario.
No obstante, todavía es pronto y el margen de mejora muy amplio. El equipo tiene llegada, calidad y pegada, juego vistoso y alegre para el aficionado: no se puede negar que ahora se ven los partidos con otra ilusión, las diferencias son evidentes. Aún así, de ilusiones o tramos de buen juego no se vive, por lo que el equipo deberá aplicarse en sus carencias, mejorar las transiciones y subir en contundencia, minimizar los errores, restar en anarquía y subir en conjunción… en definitiva, ser un equipo fiable sin abandonar completamente los riesgos que lo hacen valiente, atractivo y goleador, los riesgos que son rasgos de la idea del míster.