Quizá los más jóvenes no lo recuerden, pero el mercado de fichajes de invierno no siempre ha existido en la Liga española tal como lo conocemos hoy en día. La primera vez que se estableció un periodo concreto para la realización de traspasos a mitad de curso fue en la temporada 1994/95. Con 21 puntos, el Dépor llegó a aquel parón navideño en tercera posición, a tiro de triunfo de Real Madrid y Zaragoza. Siete meses después de morir a once metros del título, el mágico elenco de Arsenio Iglesias se había levantado y volvía a mirar a los ojos a los gallitos. El potencial del plantel estaba más que probado, pero así y todo sería un invierno ‘movido’ en los despachos.
El Deportivo no necesitaba refuerzos, mas miró al mercado cuando el Bayern de Munich formalizó su interés en hacerse con Emil Kostadinov. El delantero búlgaro había llegado a Coruña durante el verano de 1994, cedido con opción de compra por el FC Porto; pero su aportación estaba todavía lejos de ser notable, con apenas dos goles en nueve partidos como blanquiazul. Un retraso en su incorporación a los entrenamientos después de las vacaciones de Navidad provocó que Arsenio perdiese definitivamente la paciencia con él.
«Yo lo comenté al club, dije que eso no era bueno para el resto de la plantilla; y que una cosa es que sea un buen jugador y otra que esté dando buen rendimiento. Me informaron de que había un club que lo quería y por ello di el visto bueno para el traspaso», apuntó el estratega de Arteixo al ser cuestionado sobre el asunto. Menos satisfecho con la operación cerrada por Augusto César Lendoiro y Franz Beckenbauer estaba el máximo mandatario del Porto, propietario de los derechos de Kostadinov. Pinto da Costa se sentía traicionado.
«El Deportivo ha prestado un jugador a otro club sin hacer consulta previa a su propietario», manifestó Pinto da Costa, subrayando que no permitiría bajo ningún concepto que el club herculino intentase ejecutar su opción de compra. «Kostadinov debe volver al Porto a final de temporada. Si lo hace, jugará aunque sea en el equipo reserva», sentenció el dirigente de los dragões. El ariete acabaría pasando temporada y media en Alemania, donde anotó 7 dianas en 27 partidos de Bundesliga.
Entretanto, el Dépor rastreaba el mercado en busca de un sustituto. No sólo para Kostadinov: por A Coruña circulaba el rumor de que Bebeto cambiaría de aires a final de campaña. «Fue él quien nos animó a reforzar el equipo», desmentía Augusto César Lendoiro, ya volcado en el fichaje de un prometedor delantero de 20 años, señalado en Brasil como sucesor de Romário y el propio Bebeto. Jugar el mismo campeonato en que brillaban dos de sus ídolos era todo un aliciente para él, explicaba el mandatario. Tal vez estas consideraciones provoquen una especie de déjà vu de tiempos más recientes, pero no se refería a Renaldo. Hablaba de Márcio Amoroso.
Tras anotar 19 goles para el Guaraní, Amoroso había sido nombrado mejor futbolista de la liga de su país. Su agente, Juan Figer, se frotaba las manos ofreciéndolo por los cinco continentes. Pero durante la segunda semana de enero llegó a darse por hecho y cerrado que su destino sería el Deportivo. «La verdad es que no le conozco. Leí informes técnicos y la verdad es que me informaron muy bien de él. Espero que así sea», confesaba Arsenio.
El tira y afloja del representante, que coqueteó hasta con el Barça, consumió la paciencia de Lendoiro, que se levantó de la mesa de negociaciones. Márcio Amoroso terminaría quedándose muy lejos del nivel de Romário y Bebeto, aunque se dejaría ver por Europa en clubs como Parma, Udinese, Borussia Dortmund, Milan o incluso Málaga. En el primer mercado invernal moderno, incluso perdiendo un futbolista importante, el Dépor eligió no fichar. La apuesta no salió nada mal: a junio de 1995 conseguiría el primer título de su historia, la Copa del Rey.