Nueva edición de ‘El mediapunta defensivo’, columna de opinión de Tomás Magaña. Turno para el ‘trequartista’.
La tan futbolera ‘teoría de la manta’ está encontrando su paradigma gráfico en el Deportivo, un equipo que defiende como no lo había hecho en dos décadas, pero que manifiesta dificultades palmarias para trenzar ataques. Durante las últimas campañas, los problemas ofensivos se habían localizado principalmente en la finalización, circunstancia que muchos explicaron en la tradicional carencia de un especialista en el remate, un hombre de área. Con mayor o menor fortuna, varios ‘segundos puntas’ se amoldaron a la demarcación.
Las cosas han cambiado: Vázquez ha encontrado en Borja Bastón ese perfil de referencia, pero por el camino ha visto cómo la fuente del fútbol se agotaba. Parece mucho decir en un conjunto de Segunda División que cuenta con elementos como Culio, Arizmendi, Rudy o Juan Carlos, que más allá del agrado que causen en cada paladar, tienen virtudes evidentemente aprovechables, sobre todo si alguien encuentra la manera de que éstas oculten sus defectos y no a la inversa.
En cualquier caso, la expresión “futbolista aprovechable” encaja mejor con la definición de ‘accesorio’ que con la de ‘fundamento’; y esto último es justo lo que el Dépor precisa para generar. Se trata de valorizar la parte interpretativa, el sentido colectivo: Rudy puede desequilibrar en los últimos 20 metros, Arizmendi tiene carrera para aprovechar espacios, Culio apunta cualidades para aguantar la pelota. Pero para todo esto prácticamente no necesitan a nadie más, se bastan solos en el mejor y el peor de los sentidos. ¿Quién orienta esos plumazos individuales hacia el beneficio del grupo?
“Alguien debe dar sentido a lo que hace Juan Domínguez y a lo que el resto puede aportar”. En medio de todas estas reflexiones, verbalizadas en una charla horas después del triunfo en el Mini Estadi, un buen amigo me ofrece la llave en diez palabras. Regresando a las definiciones anteriores, Domínguez sí es un ‘fundamento’, un pilar sobre el que construir un equipo, un interpretador, una batuta para los solistas. Pero en una orquesta humilde como el Dépor, un director absoluto es un lujo de ensueño. Las varillas se reparten más bien por líneas.
Vázquez tiene conductores específicos de atrás hacia delante hasta llegar a Juan. En el de Pontedeume comienza el desierto. Probablemente él lo perciba más que nadie, acostumbrado como estaba a bailar enganchado a uno de los mejores en esa tarea. Pero Valerón se fue sin dejar heredero ni sucesor y el Deportivo lo sufre. Mi amigo, casualmente un espléndido ‘trequartista’ en categorías modestas, expresó en clave blanquiazul lo que hubiese dicho Marcelo Bielsa: “Si uno no tiene elaboración, la presencia del ‘9’ no es utilizable (…) He notado que los equipos que no juegan con un volante central de ataque (un enganche) sufren mucho para crear juego”.
El Dépor pide a gritos el asentamiento de un eslabón entre Juan Domínguez y Borja, con conexiones laterales con los jugadores de banda. Después de nueve jornadas, los indicios no apuntan a que Culio vaya a ser ese hombre. Quizá nadie de la primera plantilla pueda ser ese hombre. Pero puede que el esperado ‘trequartista’ sea todavía más niño que hombre y que Vázquez esté cocinándolo pacientemente. Y por ahora los resultados, por cortos y ceñidos que sean, ofrecen margen a ese aconsejable fuego lento.