El pesimismo tras perder ante el Almería debe desaparecer en favor de la confianza que la afición herculina siempre ha demostrado con el Deportivo y, sobre todo, con David Rochela.
En el fútbol, como en la vida, siempre he preferido ser más optimista que pesimista. El tropiezo de Almería no puede crear incertidumbre en un grupo que ha completado unos meses a un nivel altísimo.
La derrota, lejos de hacer saltar las alarmas, debe servir para aprender de los errores. Un rival complicado, bajas importantes, y la falta de puntería que nos ha acompañado en anteriores jornadas, son algunas de las circunstancias que explican la derrota. Tras 35 semanas, el equipo ha sumado 75 puntos, y solamente ha dejado escapar 30; cifras que, en una temporada normal, hubieran asegurado el ascenso directo a cualquier equipo. Los buenos datos de Valladolid y Celta obligan al Dépor a ofrecer el máximo rendimiento en las próximas semanas.
No me gusta el derrotismo que desprenden estos días algunas opiniones en torno al rendimiento del equipo en Almería. El partido no fue bueno y el grupo puede dar más, pero cualquier análisis debe realizarse desde un punto de vista general. Además, este fin de semana, el encuentro ante el Valladolid adquiere una relevancia que no permite «recrearse» en la derrota.
En relación al partido, quiero hablar de David Rochela. A nadie se le escapa que su encuentro no fue ni mucho menos bueno, pero él solo no puede cargar con las culpas de la derrota. En su primera aparición en el once titular, el canterano sufrió a lo largo de todo el encuentro. Probablemente, la posición más complicada a la hora de debutar es la de central. El puesto obliga a tener una coordinación perfecta y cómplice con el compañero de zaga, algo que falló el sábado. Tal vez, una cesión del joven central durante este año hubiera sido más beneficiosa para todas las partes, aunque hablar ahora resulta fácil. Sólo espero que David, que es uno de los nuestros, se levante y crezca a partir de una situación como ésta.
El ascenso está al alcance de la mano y es un buen momento para que la unión entre plantilla y afición permanezca intacta.