Miércoles, 20 de junio de 2018. Son las 10 de la mañana en Montevideo. Está a punto de comenzar el Uruguay – Arabia Saudí. A 13.167 kilómetros de Rostov, Fede Valverde no pierde de vista el televisor. No pierde de vista a sus compañeros. Hace apenas un mes, Óscar Washington Tabárez le descartó. Su no convocatoria para el Mundial de Rusia fue una de las sorpresas de la selección charrúa. Él, en lugar de reaccionar con gestos feos o publicaciones enigmáticas en redes sociales, se lo tomó con naturalidad. Antes del segundo partido incluso compartió una foto de ánimo en Instagram: «Hoy somos 3 millones con ustedes! Vamos #Uruguay 🇺🇾», parafraseó. Como un aficionado más. Con la sencillez de quién afronta los palos (futbolísticos) con sonrisas y más trabajo.
“Él es muy fuerte de cabeza y entendió que le quedan muchos mundiales a lo largo de su carrera”. Así explica Fabián Piriz, excompañero de Fede en la cantera de Peñarol, y amigo íntimo del deportivista, sus sensaciones después de conocer la lista. Por su juventud, sorprende la naturalidad con la que recibe cada varapalo. Para Fabián tiene una explicación: «Esa madurez siempre la tuvo, lo que le hizo madurar aún más fue el éxito que vivió desde chico. Porque cuando compartes plantel con personas más grandes, te hacen ver las cosas de diferente manera, y para mí fue eso la madurez que tuvo él. No es lo mismo estar en tu país que estar en Europa, te tienes que adaptar de diferente manera». Andy Uzal, amigo de la infancia de Valverde, añade otra razón: lo que mamó en casa, “los valores que su familia le enseñó siempre”.
Mirando atrás, en noviembre, Fede rechazó el premio de mejor jugador del mes en el Dépor al considerar que no se lo merecía. Entendía que los votantes procedían de su país natal y que habían votado más por afinidad que por lo demostrado por él en el césped. Al final, Schär, con un 15% menos de votos, recogió su galardón. “Lo que lo hace diferente a los demás es la sencillez que tiene a la hora de realizar las cosas, tanto afuera como adentro de la cancha, es un señor”, dice Fabián. Un señor de 19 años.
Y añade un consejo para toda su gente cercana: “Hay que mirarlo mucho porque siempre te trasmite algún ejemplo. Hablando, o demostrándolo con acciones, es un gran amigo. Pocos de estos quedan”, puntualiza. Una fidelidad de la que, ya antes de producirse el descenso del Dépor, Fede quiso dejar constancia. “Si pudiera quedarme acá en el Deportivo, sea en la división que sea, yo me quedaría porque soy parte de esto, soy parte de un posible descenso a la B, y me gustaría volverlo a ascender de nuevo”.
Este domingo, día 1 de julio, el uruguayo termina contrato con el Dépor. Finaliza su cesión y tendrá que volver a Madrid. Posiblemente lo haga sin billete de vuelta. Posiblemente su etapa en A Coruña esté a punto de concluir, pero algo es seguro: su parte humana, su naturalidad y sencillez, han dejado huella. La huella de un veterano en el cuerpo de un crío.