Para un deportivista el partido de la gloria es siempre un duelo contra la escuadra celeste. Cuando Lucas Pérez, en una entrevista a La Voz de Galicia, dijo que prefería ganar ante el Celta y quedar una o dos posiciones por debajo en la tabla al final de la temporada ¡cuántos hinchas le dieron la razón! En efecto, el partido de este sábado no es uno más. En absoluto lo es.
No solo por esta ilusión de “las gentes”- que describía con gran maestría Arsenio tras dejar escapar la Liga- se dice que el fútbol es mucho más que un cómputo de victorias y derrotas. Sociología y Psicología forman parte del día a día de este deporte.
No pretendo descubrir nada nuevo. Sobre cómo determinados momentos futbolísticos influyen en la afición, ya han hablado otros. En el norte, Xerardo Porto y Rosabel Candal escribían hace unos años Depor Vida, un libro en el que trataban de explicar cómo la aparición apoteósica de una figura como la de Fernando Vázquez unió a afición y equipo en un momento muy delicado. Por su parte, el pasado 24 de octubre, el periodista asturiano Ceferino de Blas publicaba, en el Faro de Vigo, un artículo en el que exponía cómo el momento futbolístico del Celta había ido siempre de la mano del momento sociológico de la ciudad olívica. Es decir, en palabras del experto, “al equipo le va bien cuando la ciudad atraviesa por buenas rachas y viceversa, si le va mal, el club no levanta cabeza”.
El fútbol es celebración de la vida; ganar o perder nos puede acercar a la felicidad o a la desesperación. Y en un derbi todavía más, porque sabemos que no solo nos jugamos la victoria: hay partidos que sirven de punto de inflexión en cierto momento de la temporada, pues condicionan de manera determinante el estado anímico de la afición, pero también del cuerpo técnico y jugadores.
A nuestra historia me remito. Un partido que auguró un futuro negro para los rivales fue el famoso 0-5 cosechado en Vigo por los herculinos en la temporada 2003/2004, que acabó por hundir a un Celta que ya no sería capaz de remontar el vuelo. Lotina fue despedido y el descenso a segunda terminó por llegar para los del Sur.
Otros encuentros sirvieron para reactivar al equipo y darle alas. Recuerdo la temporada 2011/2012, cuando un gol de Borja resolvía a favor del Deportivo un encuentro en Balaídos que se había atascado más de la cuenta. La victoria le permitía abrir una brecha definitiva de diez puntos en la clasificación a un Dépor líder que desde ese momento se vería superior y más fuerte anímicamente que su eterno rival.
No obstante, los derbis no son los únicos partidos que pueden servir de punto de inflexión para un equipo: un gol de Vicente contra el Santander en el último minuto de la última jornada de la temporada 87/88 no solo salvaba al club del descenso a 2ºB, sino que también servía como nexo de unión para la plantilla y como elemento afectivo de gran importancia para el proyecto de un recién aterrizado Lendoiro.
Hay que aprender de las historias propias y ajenas. Un derbi como el del sábado es un partido diferente, el que más emoción despierta en la hinchada. Es preciso minimizar los riesgos, armarse de coraje, pedir al noble aficionado que pulse con entusiasmo las cuerdas de su garganta.
Así pues, es necesario que los hombres de Víctor salgan a morder y a atacar. No deben limitarse a mantener el resultado porque, para un Dépor que apunta a salvarse sin demasiado apuro, un punto podría resultar algo insignificante a final de temporada, pero una victoria ante el Celta significaría mucho más que tres puntos.
Vencer al eterno rival supondría recobrar la confianza en nosotros mismos y unir del todo a un equipo y una afición que, poco a poco, han ido reencontrándose después de unos años difíciles marcados por dos descensos.
Es partido para hacer ciudad y repartir alegría. En los bares, en la calle, en los transportes, ya se ve a la gente queriendo revivir la magia de jugadores como Djalminha, que consiguieron antaño darnos tantos momentos felices.