El regreso de Abel Aguilar es la mejor noticia que ha podido recibir el Dépor en el último mes de competición. El colombiano llegó en verano para ser un hombre importante y, a pesar de que existían algunas reticencias tras su fichaje, el tiempo ha demostrado que su importancia en este equipo es capital.
Abel Aguilar aporta trabajo y músculo al centro del campo blanquiazul, y el valor añadido del gol. Con el de La Catedral, el colombiano acumula tres dianas todas ellas fuera de Riazor. Ese dato le ha convertido en el tercer máximo anotador del equipo después de Pizzi y Riki, jugadores que acostumbran a pisar con más frecuencia posiciones de ataque. Además, sus tantos han llegado en acciones a balón parado, un aspecto que puede ser clave en el despegue del equipo.
El punto logrado frente al Athletic de Bilbao no puede, sin embargo, hacer olvidar los errores defensivos, algo en lo que urge mejorar. José Luis Oltra debe dar con la tecla y encadenar más un partido con la portería a cero. Lo más positivo es ver al equipo fuera de la zona de descenso, y afrontar con la máxima concentración posible el partido del Betis. El Betis es, precisamente, uno de los ejemplos más recientes de lo cambiante que es el mundo del fútbol. Del ridículo más espantoso del derbi ante el Sevilla pasó a una gran victoria ante el Real Madrid, causado en gran parte por el factor anímico y de concentración absoluta a la que fue sometido el conjunto de Pepe Mel. El Betis llega con Rubén Castro al frente, un futbolista con pasado blanquiazul que vive en estas dos últimas temporadas su mejor momento deportivo. Resulta curioso la evolución que ha tenido el canario, un futbolista que nunca llegó a triunfar en Riazor.
Me he saltado a propósito el compromiso copero de esta semana ante el Mallorca. Ahora mismo, esa competición debe ser secundaria para el Dépor, que está obligado a sumar en Liga. Las cosas están muy igualadas, y cada victoria es un paso menos en la contrarreloj por evitar el descenso.
Es el momento de seguir al lado del equipo, algo que nunca falla. Desde la tele resulta especialmente alentador escuchar los cánticos de la parroquia deportivista. Esa idea debe penetrar en el alma de cada jugador que se enfunda la blanquiazul. Cada vez es más complicado para el aficionado medio apoyar y viajar con su equipo, por lo que la plantilla debe ser consciente de que el carácter, la garra y la lucha son condiciones innegociables a la hora de saltar al terreno de juego.