Nueva edición de «El mediapunta defensivo», columna de opinión de Tomás Magaña.
Cuando recuerde la gesta de la Copa del Mundo 2010, el aficionado de la selección española evocará las paradas de Iker Casillas, la fuerza de Sergio Ramos, la pausa y el ritmo de Xavi e Iniesta, los goles de David Villa. Cualquiera de las proezas, de los detalles plasmados sobre el terreno de juego. Y sin embargo, resulta sencillo suponer que lo que quedará grabado en la memoria de los protagonistas serán las horas de concentración, las habitaciones de los hoteles sudafricanos, los vestuarios de los estadios conquistados. Lo íntimo, los motores emocionales del triunfo deportivo. Carlos Marchena no jugó ni diez minutos en aquel Mundial, pero en cada uno de esos rincones privados, su voz era tan respetada como los pies de cualquier centrocampista. Entre gigantes que hicieron historia, él era ‘El Páter’.
Quizá el titular que encabeza este texto y este primer párrafo no hagan exactamente un favor al sevillano. Podría entenderse que se pide fichar por curriculum, replicarse que los argumentos justifican mejor su presencia en un álbum de cromos que en un equipo de fútbol; o que si se trata de jerarquía y machete, igual de plausible sería solicitar el regreso de Martín Lasarte. Si he elegido valorizar ante todo su aportación a un vestuario es porque entiendo que emprender una defensa del Marchena puramente futbolista acabaría en burda sucesión de perogrulladas. Basta revisar ya no su palmarés, sino las estadísticas que dejó su única temporada en Riazor. Habrá todo tipo de gustos, pero un jugador de su talla no precisa que nadie defienda su valía para un equipo como el que hoy es el Dépor. O tal vez sí, en tiempos en los que hay hasta quien pone en duda el compromiso y la labor humana de Valerón entre las bambalinas de Abegondo.
No sé si pueden salvarse distancias como ésta a la hora de poner ejemplos, ni si será realista proponer que se recuerde el caso del grancanario antes de que su ausencia empiece a sentirse de verdad. El tiempo acabará exponiendo con claridad cuánto ha endulzado Juan Carlos el declive del Deportivo, cuántas guerras civiles pudieron ser y no fueron gracias a la mediación del ‘21’. La cuestión es que un cambio de época puede modificar las necesidades de un grupo de personas, pero en el contexto de una plantilla profesional de futbolistas no existe realidad en la que el liderazgo y la experiencia sean valores prescindibles. Háganlo como prefieran: comparen este elenco con el de hace dos años atendiendo únicamente a esta característica, calculen déficit o superávit de tablas y veteranía revisando la lista de altas y bajas, ahora o el 2 de septiembre. La conclusión sólo puede ser una.
En todo el mercado, probablemente en todo el planeta, no hay un solo jugador al alcance del Deportivo que propicie por sí mismo un paso al frente tan acentuado. En ningún aspecto. No vendrá un delantero que aporte más goles que galones portará Marchena, ni un extremo con una capacidad de desborde equiparable al ejemplo que el andaluz ofrecería a los jóvenes. Kaká, Insua, Deák, Rochela, Uxío… sí, es posible que haya muchos centrales en nómina. Pero muchos más tenían a su disposición Luis Aragonés y Vicente Del Bosque. Y eligieron a Marchena.