Una parte del deportivismo mostró su descontento en la jornada de ayer, que no terminó de la mejor manera para los dirigentes del club, los jugadores y los representantes de la AFE.
El Deportivo de La Coruña sobrevivió a un día de infarto. Salió del atolladero en el que se había metido tras varias semanas en las que el futuro de la entidad no estaba para nada definido. Pero esta incertidumbre que se ha generado alrededor del club ha dejado sus secuelas en una parte de la afición, que ha puesto su punto de mira en los futbolistas por no retirar las denuncias por impagos hasta cuando solo quedaban dos horas para llegar al momento límite. Además, Augusto César Lendoiro y los representantes de AFE –Asociación de Futbolistas Españoles- tampoco se libraron de los abucheos.
Las primeras reacciones a lo que sucedía en el Cantón Grande, donde se llevaron a cabo las negociaciones para intentar salvar al Dépor, no se hicieron esperar. Parte del deportivismo explotó en busca de culpables de por qué el club estuvo tan cerca de ser descendido administrativamente, lo que hubiera puesto en serio peligro su viabilidad. Antes de alcanzar la medianoche, llegaron las primeras amenazas hacia los jugadores, que fueron el objetivo de varias pintadas en las paredes del Estadio de Riazor.
Los futbolistas no fueron la única cabeza de turco de la noche. También se apuntó hacia la figura de Lendoiro, que no se libró de las críticas. Una vez finalizada la reunión, los protagonistas salieron a la calle, donde se encontraron con que varias personas recibieron al de Corcubión con los gritos de “fuera, fuera”. Ante esta situación, se vieron obligados a regresar al interior del edificio para atender con tranquilidad a los medios de comunicación.
Sin embargo, los ánimos no se calmaron y la gente todavía quería descargar su enfado. El máximo mandatario del club tuvo que salir escoltado por la Policía, que cargó contra algunos aficionados que se encontraban en los aledaños del Obelisco. Los representantes de la AFE, en concreto el presidente Luis Rubiales, tampoco pudieron eludir los abucheos de la gente que esperaba a la salida.