Andrés Pascual, de la Peña Deportivista Barcelona, nos relata cómo se viven los partidos del Dépor desde la lejanía. Como un grupo de personas han conseguido convertir un restaurante en el denominado Mini Riazor.
ANDRÉS PASCUAL
Hagamos memoria… El pasado 17 de febrero y con la resaca del empate in extremis de Toché ante el Sporting, la Televisión de Galicia emitía tras el resumen del partido un video inesperado para la afición blanquiazul. Un festejo diferente, que no provenía de Riazor ni de sus aledaños, no era de los jugadores o técnicos, ni tan siquiera surgía de tierras gallegas. Aquel grito -que se escuchó en el mismísimo Orzán- salía de Hospitalet, de un Restaurante en el que de cuando en vez las sillas vuelan y los vidrios se tambalean. Sus clientes más fieles acuden cada fin de semana embutidos en sus zamarras blanquiazules, y aquel día dejaron claro que a la hora de celebrar los goles no hace falta estar en el campo. Ellos son la Peña Deportivista de Barcelona.
“Ya están aquí los del Depor” dicen con acento catalán los que transitan el local cuando comienzan a llegar los aficionados deportivistas. Y es que parece que uno no ha salido de su tierra cuando el ‘Vivir na Coruña que bonito é’ se escucha en la sede de la PDB cada fin de semana. Las paredes de este restaurante gallego de nombre Muxía -que sirve de base de operaciones para la peña- lucen adornadas por bufandas, camisetas, banderas y recortes de prensa siempre con el Depor como protagonista. Por ella han pasado ya ex jugadores, canteranos, o el mismísimo Fernando Vázquez, sabedores del ambiente de fútbol que allí se vive y de lo agradecidos que se muestran los que, desde lejos, sienten los colores como el que más.
Imagínese yendo a ver a su equipo cada fin de semana. Imagínese entrando en el estadio como cada domingo, saludando a los encargados de seguridad del estadio, pues los ve a ellos más a menudo que a muchos de los miembros de su familia. Imagínese escuchando la alineación a todo volumen en los altavoces de Riazor, los coros de los Blues, los pitidos al rival, la torre de Maraton, las quejas al árbitro, los recuerdos a Vigo… Imagínese frente a la playa de Riazor, el tráfico cortado, los bares a rebosar… No es nada nuevo, ¿verdad? Ahora haga lo mismo, pero en lugar de ser Riazor el centro de reunión y apoyo a los colores, imagínese en un restaurante de Barcelona. Cambie a los encargados del estadio por camareros, los aledaños del estadio por una avenida de Hospitalet, el tráfico de A Coruña por los continuos atascos de la ciudad Condal… Pero no cambie los cánticos, no cambie los gritos, pitidos, bufandas al viento, festejos o incluso lágrimas. ¿Se lo imagina? Esto es en lo que domingo sí y domingo también se convierte la Peña Deportivista de Barcelona, una de las más activas y de las que más aficionados mueve fuera de A Coruña. “Ojalá pudiera ver el partido con vosotros, pero el domingo iré a Riazor” ha llegado a comentar en las redes sociales de la peña un deportivista tras haber presenciado un partido en su sede. Por todo esto y por mucho más se conoce al Muxía como el Mini Riazor.
Y es que Riazor huele a goles, a pasión, a domingo. Riazor huele a historia y a fútbol; a Depor. Y así huele el Muxía –y a zorza- los días que juega el Depor. Pero no sólo de Riazor vive el Dépor, pues esta temporada los discípulos de Vázquez han logrado más puntos como visitantes que en casa. Nueve de esos puntos llevan entre otras, la firma de la PDB.
Queda ya lejos Sabadell. Ocho meses hace de aquel primer día del mes de septiembre de un 2013 que aún entonces sabía a descenso, a dudas y a fe ciega. Tercera jornada, segunda visita, primer desplazamiento. El Depor Bus, esa caravana blanquiazul de resacas y pasión volvió con los tres puntos en el maletero. 0-3, con doblete de un Bastón que muchos veían verde pero al que sienta mejor el amarillo. También de amarillo acudió la PDB a conquistar el Mini Estadi, seis jornadas más tarde y en el Depor Bus, como no podía ser de otra manera. Esta vez fue un 0-1 el resultado, anotado por un eufórico y ya olvidado Culio. Y pasaron desde entonces 22 jornadas hasta que los aficionados de Barcelona volvieron a tener la oportunidad de ver a su Depor sobre el verde. Fue en Zaragoza. Cuatro horas de autobús para llegar a las 11 a tierras mañas y de la mano de Laure cargar otros tres puntos en el haber deportivista. Y en el de la PDB, extasiada tras su tercer desplazamiento exitoso.
Y es que los desplazamientos son -para los aficionados que transitan Riazor con frecuencia- un plus. Un añadido a la temporada, una experiencia y una excusa para animar al Depor lejos de sus tierras y hacer evidente que –sin desmerecer a las demás- somos la mejor afición de la categoría. Pero para la PDB y para el resto de peñas asentadas más allá de donde la morriña les permite desplazarse a ver a su equipo, los desplazamientos son su razón de ser. Ahora en el Muxía huele a Soria, y por si las moscas, a Girona, para cerrar -quién sabe- un ciclo de cinco desplazamientos victoriosos. Hasta ahora son nueve los puntos logrados con el granito de arena que aporta la PDB en la distancia; el Depor Bus cargado. Algo bien estarán haciendo. Y es que, como dice la canción, recorremos kilómetros, superamos obstáculos, sólo por ti, Deportivo.
Forza Dépor.