Precisamente cuando el juego del Deportivo mermaba de manera progresiva jornada tras jornada, las artes de Fede Cartabia florecían de manera divergente. El argentino aterrizó en A Coruña allá por agosto con la consigna en mente de “ayudar al equipo” y con el cometido de aportar velocidad y desequilibrio en un conjunto formado a partir de la defensa. Y ahora, transcurridos diez meses desde aquello, se revela que en cierto modo cubrió las expectativas. Si bien no tuvo un inicio consistente entre no convocatorias, apariciones frustradas y lesiones, fue de menos a más, callado, haciendo su trabajo, imprimiendo una marcha más y brindando frescura a un grupo apático que vagaba por el tramo final de La Liga.
Jugador utilizado como chispa inicial o como recambio revulsivo, ha disputado 26 encuentros: 15 de ellos como titular, suplente en 11 y siendo sustituido en 12. Dinámico e insistente, las estadísticas nos muestran al de Bombal con 43 disparos (18 de ellos a puerta) y 570 pases, divididos tan solo en 1.355 minutos. De ellos se extraen tres goles de gran calidad -recordemos Betis o Málaga- y tres asistencias. A pesar de concentrar su actividad principal de medio campo en adelante, también resultó valioso en ayuda defensiva, con 82 recuperaciones de balón y 18 faltas cometidas.
En todo caso, la persistencia y los movimientos anárquicos de Fede sobre el campo, en concreto durante el tramo último de competición, es algo más que reseñable. Por un lado, como paradigma del que trabaja como un corredor de fondo, por otro, como jugador diferente y desconcertante para la defensa rival. Tras un inicio discreto, su potencial brotó coincidiendo con la desidia colectiva, haciendo levantar al aficionado de su silla. Y ahí estuvo, preocupado por dar, o acercarse a dar, lo mejor de sí mismo, “ayudando al equipo” y manteniéndose al margen.