Hace años que los parones que traen consigo los compromisos de las selecciones en las principales ligas del continente se han convertido en uno más de los múltiples factores a tener en cuenta por parte de los equipos y, especialmente, por los entrenadores y cuerpos técnicos a la hora de llevar a cabo su planificación. Dos semanas sin competición en medio de un calendario tan saturado dan para mucho. Días de descanso, posibilidad de sesiones con más carga de trabajo, recuperación de jugadores en la enfermería o afianzamiento de conceptos tácticos. Todo ello sin perder de vista a los internacionales, siempre expuestos al conocido “Virus FIFA”.
Sin embargo, resulta difícil valorar como afectan estos lapsus en la temporada, y de ahí que sea habitual ver como jugadores y técnicos son cuestionados al respecto. No suelen gustar cuando los resultados están acompañando, tampoco cuando se acaba de encajar una derrota dolorosa. Otros lo ven como una oportunidad para recargar pilas y corregir errores. Opiniones hay para todos los gustos, pero al final son los resultados los que reflejan si han sentado bien o han sido contraproducentes.
En el caso del Deportivo los datos de esta temporada reflejan que los parones se han convertido en poco menos que un quebradero de cabeza para el conjunto herculino. La primera muestra de ello llegó a finales de verano cuando, después de haber sumado cuatro puntos en las dos primeras jornadas, el equipo perdió la condición de invicto al caer derrotado en Riazor frente al Athletic de Bilbao. Los de Garitano tardaron cuatro semanas en reencontrarse con la victoria, y lo hicieron ante el Sporting con un gol en el último suspiro, justo antes de que la Liga Santander volviera a detenerse.
La inyección de moral que supuso la victoria ante los asturianos pareció diluirse en esas dos semanas de asueto ya que a la vuelta, los herculinos encajaron sendas goleadas ante Barcelona y Celta y tan solo fueron capaces de lograr dos empates, el último de ellos en Granada, previo a que los compromisos de las selecciones provocaran un nuevo parón en la competición.
Por tercera ocasión el Deportivo retomó su calendario con una nueva derrota, en este caso ante el Sevilla, a la que se unió la sufrida en Málaga, ambas en el descuento y que dejaron al equipo al borde de los puestos de descenso y con el cuerpo técnico muy cuestionado. Esa situación límite hizo reaccionar a los blanquiazules hasta firmar un mes de diciembre casi inmaculado, con pase a la siguiente ronda en la Copa del Rey incluido.
Sin embargo, las navidades frenaron en seco el gran momento tanto de juego como de resultados que vivía el Deportivo, su mejor momento de la temporada sin ningún género de dudas. El empate ante el Espanyol con el que arrancó el nuevo año para los blanquiazules fue el primero de una racha de dos meses sin ganar que acabó costándole el puesto a un Gaizka Garitano incapaz de revertir la situación.
Con Pepe Mel en el banquillo, y por vez primera en este curso, los blanquiazules llegan al último parón tras encajar una derrota. El técnico madrileño tiene ante sí el reto de lograr que, también por primera vez, su equipo retome el pulso a la competición con una victoria ante el Valencia que supondría un paso de gigante hacia la tranquilidad.