El brazalete convirtió a Manuel Pablo en portavoz de la plantilla ante la deuda y, a la vez, en el centro de las críticas de un sector de la afición. Alfonso Núñez desgrana la presión del canario en su columna semanal.
Me atrevo a asegurar sin conocimiento de causa y en un ejercicio cargado de opinión, que Manuel Pablo vive sus horas más complicadas como futbolista del Dépor. Ni la grave lesión sufrida en 2001, ni su bajón físico, propio de la edad, son comparables a la cantidad de críticas que está recibiendo en las últimas semanas y, de manera más flagrante, en los dos últimos días.
¿Por qué llega ese ataque tan despiadado? ¿Por que los jugadores que se encontraban a su lado en esa famosa rueda de prensa y también tomaron la palabra salen indemnes a estas críticas?
Manuel Pablo se encuentra en una posición delicada. Por un lado, la AFE presiona mucho para que los acuerdos logrados hace dos temporadas tras la huelga sigan vigentes. La retirada de las denuncias de los jugadores iría en contra de lo que acordaron de manera unánime los futbolistas. Por otro lado, el capitán se enfrenta al juicio público de una afición marcada por dos descensos muy duros para la institución.
Creo que el gran problema ahora mismo tiene su origen en la propia afición. Siempre he defendido que ella ha sido y es el gran patrimonio de este club y la manera de gestionar estos dos últimos descensos así lo atestiguan. Todo esto, que debería ser un hecho positivo, choca frontalmente con el negocio en el que se ha convertido el fútbol actual. Los sentimientos por un escudo han dado paso a contratos multimillonarios donde el gran perjudicado es el aficionado de verdad, el que siente el Dépor como algo suyo.
Todo este proceso de denuncias e interrogantes sobre el futuro ha generado que la gente pida explicaciones al equipo por su pobre rendimiento en la máxima categoría, pero esto no debe mezclarse con la intención de la plantilla de percibir el salario estipulado en sus contratos. Es obvio que la situación actual del país, catapulta a los jugadores a una realidad económica que está muy por encima de la media y les convierte en privilegiados. Pero tampoco podemos olvidar que los problemas de la institución vienen de largo y los futbolistas han tragado en muchas ocasiones. Creo que la único que diferencia en este caso al combinado blanquiazul del resto de equipos es la presión que ejerce a día de hoy un organismo como la AFE, que no quiere consentir que haya excepciones en los acuerdos a los que llegaron hace dos años. En todos los procesos concursales previos a éste, los jugadores han visto sus salarios recortados, que es lo que estipula esta ley. Para mí, el gran error en este punto es situar a la AFE por encima de lo que dictamine un juez ordinario. El Dépor se ha convertido en el animal con el que experimentar un nuevo medicamento que alivie los males del fútbol español, un fútbol que a día de hoy tiene un pronóstico muy grave, aunque ello conlleve incluso llevarse por delante a una de las mejores aficiones del país y a uno de los equipos más destacados e importantes de las últimas dos décadas.
Como siempre, el gran perjudicado es el aficionado y es probable que en los mensajes de los jugadores estas últimas semanas hayan escaseado los mensajes a una hinchada que se ha crecido ante la adversidad. Toda la plantilla, incluso los futbolistas que ya no están aquí, respaldan a Manuel Pablo, que por su condición de capitán ha sido el portavoz de estas malas noticias. Sin embargo y solo dentro de mi humilde opinión, los ataques que está sufriendo me parecen algo exagerados e injustos.