Con Riazor como escenario y el Racing de Santander como rival, el Deportivo cambió el rumbo de su historia hace 27 años de la mano de Vicente Celeiro.
Corría el año 1988. Por aquel entonces, Riazor aún conservaba su pista de atletismo y, en ausencia de las redes sociales, era precisamente el otro lado de la cancha el lugar idóneo para evaluar el estado de ánimo del deportivismo. Y fue un día como hoy, hace ya 27 años y con la Curva Mágica como epicentro, cuando el Deportivo se rebeló en el último instante de un partido a todo o nada ante el Racing de Santander con un gol del vilalbés Vicente Celeiro en el minuto 92.
La efeméride, imperecedera para quienes vivieron de cerca aquella cuenta atrás, ha cobrado de nuevo un cariz especial en estas últimas semanas. En parte, porque al conjunto herculino, asentado a partir de los 90 en la élite, le costó tomar el pulso a la categoría en sus tres últimas estancias en la misma. En todas ellas llegó con vida a la última jornada, y ahí parece residir el empeño en recuperar el espíritu del postrero tanto de Celeiro, que quiso revivir con Riazor.org la mística que rodeó el final de aquella tarde del 22 de mayo.
«Había sido un año triste. Muy triste. En especial por la muerte de Sagarzazu. Fue como una premonición de lo que nos íbamos a encontrar», lamentó Celeiro. «Arsenio confiaba en hacer valer la ventaja de jugar en casa, pero estábamos muy preocupados», agregó. Sin videomarcadores. Sin transistores a mano a los que acudir en busca de respuestas y con la necesidad de contar con las derrotas de Hércules y Bilbao Athletic, el Deportivo vivió al filo de la navaja durante la práctica totalidad del encuentro.
La tensión previa al choque también fue palpable para un joven de apenas 19 años que había sido promocionado desde el Fabril a inicios de campaña. José Ramón González fue uno de los once futbolistas que saltaron de inicio al césped, pero, para ellos, el partido ya había comenzado días antes. «Fue una semana dura. El presidente había bajado a animarnos, pero también a recordarnos nuestra responsabilidad», matizó el exjugador blanquiazul, que fue claro al hablar de la transcendencia del gol en el tiempo de descuento: «Marcó un punto de inflexión. Sin él, a lo mejor no podríamos estar hablando del Dépor de hoy».
El actual técnico del Juvenil A deportivista sólo pudo permanecer trece minutos sobre el tapete. Un golpe en la rodilla tras un encontronazo contra un rival le privó de continuar una lucha agónica que, sin embargo, tuvo un final feliz. «Tuvimos un poco de suerte en un par de jugadas embarulladas, pero Vicente estaba en el lugar indicado«, concretó José Ramón. La explosión de alegría vivida en la grada encontró también un espejo en el banquillo, con Arsenio como protagonista. «Tengo una foto espectacular con él. Ambos llorando. Debería estar en un museo», manifestó Celeiro entre risas.
Dicen que el fútbol es caprichoso y, quizá por ello, el júbilo que prosiguió al pitido final fue vivido internamente como uno más por un zaguero del Racing. Mauri, coruñés y criado futbolísticamente en el Deportivo, contempló cómo el equipo de su vida -en el que había militado hasta un año antes- se agarraba con fuerza a una categoría que sí abandonó tres cursos después, pero en dirección a Primera. «Tras la conclusión del partido, Mauri lo celebró por dentro con toda su alma. Nos lo dijo tiempo después», desveló José Ramón.
El logro descargó entonces la adrenalina existente en un Riazor donde muchos de los asistentes apenas eran unos veinteañeros. Hoy, sólo ha pasado el tiempo. No así la emoción de aquel instante. «En una visita reciente me paró un aficionado y me dijo: «Me debes un jersey, Vicente». Yo le pregunté por qué, y él me explicó: «El día de tu gol lo tiré desde Tribuna y me quedé sin él»», recordó Celeiro, que pese a reconocer la dificultad del envite de este sábado ante el Barcelona, lanzó un mensaje a la actual plantilla: «Nunca hay que ser derrotistas«.