A la luz o a la sombra, en privado o en público, el mundo del fútbol y Augusto César Lendoiro nunca se han separado. Es difícil desengancharse de algo en lo que has estado inmerso más de 50 años, bien como presidente de clubes (Ural, Liceo, Deportivo) o bien como embajador de la Liga de Fútbol Profesional. Ahora planea un proyecto enorme, «el más grande en el que me habré embarcado jamás», Lo cuenta en una interesante y completa entrevista concedida a ‘PAPEL’, la revista de El Mundo.
«Ha contactado conmigo una gente de Shanghái. Necesitan estructuras, instalaciones, ligas profesionales. Tienen que montarlo todo partiendo casi de cero», explica el ex dirigente del Deportivo. «Si la cosa fructifica trataré de echar ahí una mano. La ciudad con su zona de influencia tiene casi tantos habitantes como toda España. Imagínese el trabajo que queda por hacer. Y necesitan gente con experiencia. Ya hemos tenido varias reuniones y parece que pueden confiar en mí para ayudarles a organizar aquello».
Es el último proyecto en el que se ha embarcado desde que Javier Tebas decidiese que dejase de ser embajador de forma fulminante. Fue el 3 de diciembre del 2014, cuando el de Corcubión se dejó ver en el entierro de Francisco Javier Romero Taboada ‘Jimmy’, hincha del Deportivo asesinado por el Frente Atlético. Al presidente de la Liga no le gustó. Un acto al que no se arrepiente de haber acudido, tal y como le expone al periodista Rodrigo Cota. «No me arrepiento. Siento un gran aprecio por la madre de Jimmy desde hace muchos años».
Indica Lendoiro que los Riazos Blues no son violentos. «Se les ha puesto una etiqueta negra. En alguna ocasión alguno habrá hecho una barbaridad, pero de ahí a convertirlos en una marca maldita o que se les equipare a grupos violentos, estoy en total desacuerdo», dice el veterano ex presidente. «No se puede criminalizar a todas las peñas porque no todas son iguales», añade.
Preguntado por si se ha sentido abandonado por la afición del Deportivo tras su marcha del club, Lendoiro es tajante. «En absoluto». Y continúa. «Para la afición sólo puedo tener palabras de cariño, de aprecio y de una enorme gratitud. Cuando yo cogí el club teníamos 5.000 socios y luego siempre nos movimos entre los 25.000 y los 30.000. Eso es lo que lo convierte en un gran club y lo seguirá siendo mientras mantenga ese nivel de respuesta. Así que mi opinión sobre el aficionado no podría ser más positiva». Todavía dará que hablar. Viejos rockeros nunca mueren.