El Aucas de la Serie A ecuatoriana se ha convertido en la enésima parada del longevo ariete charrúa, que suma diecinueve años de trayectoria a caballo entre Europa, Oriente Medio y Sudamérica.
En A Coruña se esperaba a Wanderley Luxemburgo. Sin embargo, los cambios llegaron en la delantera. El Deportivo sufría para alejarse de la zona baja de la tabla, y Augusto César Lendoiro quiso bucear una vez más en Brasil para encontrar la solución a los males de un equipo que, paradójicamente, contaba con un ariete –Luizão– que dejó el equipo apenas un año después de su llegada para regresar a Sudamérica. Y fue de allí donde, sin excesivo ruido, llegó el tándem conformado por los charrúas ‘Manteca’ Martínez y el ‘Loco’ Abreu.
Pese a que la presencia de ambos futbolistas en Riazor fue verdaderamente efímera, el caso de Abreu fue un tanto particular. Quince partidos a las órdenes de José Manuel Corral fueron el preludio de un interminable peregrinaje que llevó al espigado delantero de Minas hasta a seis equipos distintos durante los más de siete años que permaneció ligado al Deportivo. Y es que Washington Sebastián Abreu Gallo era un tipo especial. Capaz de cerrar la tanda de penaltis con un tanto a lo Panenka en un Uruguay – Ghana de cuartos de final del Mundial y, a la vez, fallar un gol a puerta vacía en un River Plate – San Lorenzo.
Aquella imagen, además de quedar grabada para muchos por la vehemencia de la retransmisión del locutor argentino, marcó en cierta manera la trayectoria de un futbolista muy apreciado por técnicos como Juan Manuel Lillo. Fue el tolosarra quien devolvió a Abreu a la élite del continente europeo. Concretamente a la Real Sociedad. Y lo hizo apartando a un lado las numerosas voces que rechazaban su llegada a San Sebastián por su teórica dificultad para rendir en el Viejo Continente. El atacante uruguayo respondió a su confianza con once goles en 18 choques y, a mayores, dejó un aviso ante una hipotética oferta de renovación de los txuri-urdin: «Una de las cosas para mi continuidad es que Juanma esté. Si no está, quedarían descartadas cualquier tipo de conversaciones».
Ninguno de los dos llegó a quedarse. Y Abreu hizo las maletas una vez más para pisar el Monumental de River, desembarcar en el Aris de Salónica, saborear de nuevo el fútbol brasileño con Botafogo y Figueirense -ya lo había hecho antes con Grêmio-, regresar a su querido Nacional de Montevideo, pisar Argentina por sexta vez en su carrera con Rosario Central y, recientemente, estampar el vigésimo sello de su pasaporte deportivo con el Aucas, colista de la Serie A ecuatoriana con sólo cinco puntos y una victoria lograda precisamente en el debut del exfutbolista blanquiazul con su nuevo equipo.
A nadie le importó que Abreu errase un penalti en el duelo. No en Ecuador, donde la firma del veterano delantero sudamericano y su facilidad para hacer equipo fueron dos alicientes suficientes para que Aucas se llevase su primer triunfo de la temporada ante Deportivo Cuenca por 2-0. Ahora, a sólo dos puntos del penúltimo clasificado -Mushuc Runa-, Abreu busca exprimir las últimas gotas de su imprevisibilidad sobre el terreno de juego, la misma que le ha granjeado el cariño de un notable público del deporte rey.